martes, 1 de diciembre de 2020

PÉRDIDAS POR EL COVID-19

Este 2020 ha sido un año que ni en la más terrible de las pesadillas hubiésemos visualizado que sucedería lo que hemos vivido.

Esta pandemia ha venido a cambiar nuestros usos y costumbres, nuestra socialización, nuestra vida en todos sus sentidos y de una forma radical.

Ha sido un año de muchas pérdidas, entre éstas, amigos y familiares que han sido vencidos por el Covid-19 al enfermarse o como víctimas indirectas al ser valientes guerreros que en su momento se enfrentaron cara a cara a esta enfermedad. 

Y es esta misma partida inesperada la que provoca en las familias un desajuste en su dinámica, generando crisis que en muchas ocasiones no saben cómo afrontar.

Ante el fallecimiento de un ser querido, en medio del dolor y de la tristeza por la pena, surge una situación que quizá en muchas familias se desconoce, como es el gasto económico que deriva de un deceso. Prueba de ello es que a los amigos y familiares se les pide colaboración para solventar los pagos que deben cubrirse en torno a la muerte del ser querido, ya que literalmente a la familia la toma por sorpresa, aunque tenga solvencia económica. Dichas circunstancias se agudizan cuando quien fallece era el proveedor de los recursos, por lo que éstos tardan en ser liberados a los deudos beneficiarios, ya sea por medio de cuentas bancarias, pensiones o seguros de vida. Durante el transcurso de esta espera la familia atraviesa una etapa crítica, pues en medio del duelo y la crisis emocional, también pasa por una grave crisis económica debido a que las cuentas por pagar no se detienen.

Como todos saben, habitualmente los temas que abordo son de tipo preventivo en materia de salud. Sin embargo, como parte de mi especialidad médica me compete tratar con mis pacientes, las crisis normativas y paranormativas en la funcionalidad de las familias. Por tal motivo, ofrezco unos consejos que permitan afrontar estos eventos adversos de la mejor manera.

Apoyo de familia y amigos.

Cuando se desconocen los trámites que se necesitan realizar ante un fallecimiento, se recomienda buscar la asesoría de algún amigo o familiar que sepa qué hacer en estos momentos.

Desafortunadamente, en momentos de crisis existe gente sin escrúpulos que se aprovecha del dolor de la familia y hace un gran negocio con la muerte.

Si existe la posibilidad, se sugiere que el beneficiario de la cuenta conozca el NIP de la tarjeta de débito y pueda hace uso de la misma en lo que se hace el reclamo. También es importante conocer qué tipo de contrato se ha realizado al abrir la cuenta.

Con respecto a las tarjetas de crédito se recomienda no hacer cargos a las mismas después del fallecimiento del titular, pues se puede incurrir en un delito.

Se debe tener en cuenta, que los gastos que genera la manutención de una familia no se detienen y en la medida posible, se deben tomar previsiones ante una situación de crisis.

Documentos oficiales

Los documentos de cada uno de los integrantes de las familias deben estar juntos, clasificados por cada miembro y en un lugar que todos conozcan.

Entre estos documentos deben estar actas de nacimiento, acta de matrimonio, documentos de identificación oficiales (cartilla del servicio militar, pasaportes, cédulas profesionales, cartas de naturalización), copias de testamento, títulos de propiedad de casa, terrenos o posesiones, facturas de vehículos y la documentación inherente.

Parece increíble, pero existen personas que no saben dónde se encuentran estos documentos en su hogar o peor aún, desconocen los aspectos legales de estas pertenencias.

Con respecto al testamento, recordemos que, en nuestro país, el mes de septiembre es el mes del testamento, lo que permite de una forma accesiblemente económica realizarlo, aunque tus bienes sean pocos, evitando dejar problemas como herencia a tu familia.

Seguros 

La mayoría de los trabajadores sindicalizados y una cantidad menor de los no sindicalizados, cuentan con seguros de vida.

Algunos seguros incluyen pago de gastos funerarios además del beneficio económico que se otorga a los beneficiarios. Por tal motivo, es necesario conocer por todos los miembros de la familia que incluyen estos seguros, que documentos se necesitan para hacer su reclamo y en donde se puede hacer esto.

Los deudos, pueden asesorarse con compañeros de trabajo del fallecido, sus líderes sindicales o incluso con el agente de seguros que les ha vendido estos productos. También se puede pedir asesoría a abogados expertos en este tipo de situaciones, aunque esto tiene un costo por los servicios profesionales que se realicen.

Pensión 

En México, cuando el que fallece es el asegurado a alguna dependencia de salud gubernamental, hereda una pensión para la esposa o esposo, así como para los hijos menores de edad. Esta pensión consiste en una percepción económica mensual que dependerá de la antigüedad del trabajador e incluye atención médica para los beneficiarios, por lo que se deben hacer una serie de trámites que permitan disfrutar de este beneficio social.

De ahí la importancia de tener a la mano los documentos previamente mencionados.

Cuando se tienen hijos con algún tipo de incapacidad que les impidan el autocuidado o autosuficiencia, estos pueden recibir una pensión permanente por lo que se recomienda hacer con tiempo los trámites necesarios para obtenerla.

Y así como estos consejos, la familia se puede reunir y plantear estrategias que permitan solventar crisis. No es un tema fácil, pues significa hablar de la muerte de alguno de los miembros, sin embargo, es importante abordarlo, conocer lo necesario y estar preparados, formando redes de apoyo y también estando capacitados para desarrollar roles emergentes, como cuando la madre o alguno de los hijos adquiere la responsabilidad de ser el proveedor.

La familia en los momentos de crisis se debe fortalecer más y permanecer unida.

Aprovecho el presente escrito para desearles que tengan un buen fin de año, en compañía de sus seres queridos y con el deseo ferviente que el año venidero sea mejor en todos los aspectos. Así mismo, envío un fuerte abrazo y mis condolencias a todos aquellos que han tenido una pérdida en este tiempo de pandemia.

 

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas 

Especialista en Medicina Familiar

 

Cancún, Quintana Roo, México. Diciembre del 2020


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domingo, 1 de noviembre de 2020

APRENDER DEL COVID-19

En este difícil 2020, la pandemia del Covid-19 nos ha enseñado lo frágil, incierta y efímera que es nuestra vida. A lo largo del año hemos sufrido la pérdida de familiares, amigos, compañeros de trabajo, conocidos y de mucha gente que ha fallecido, sin importar edad, género, condición social e incluso estado de salud previo.

Cada día experimento la inquietud de enterarme en cualquier momento, del fallecimiento de algún conocido. La tristeza, la pena y la aflicción ante tanto sufrimiento por la enfermedad o la muerte, nos acompañan en el diario vivir.

Sin embargo, este año no sólo debe dejar en nosotros el dolor o duelo por estos acontecimientos tan lamentables. Lo que ahora vivimos, por muy adversa que sea la situación, también permite obtener aprendizajes en diferentes aspectos de nuestra vida.

Con dolor nacemos y con dolor morimos. El dolor está presente en el organismo como una forma de alerta, como un medio de aprendizaje y no únicamente como una respuesta fisiológica de sufrimiento. De tal manera que, siendo analíticos y objetivos, el dolor puede ser un recurso de mucha utilidad que aporte más beneficios que perjuicios a nuestra existencia.
El aprendizaje del dolor al que hago mención está enfocado en tres afectos fundamentales de nuestra vida: biológico, psicológico y social.

Biológico:

Después de casi ya un año de coexistir con el Covid-19, poco a poco hemos aprendido los factores de riesgo para su contagio, complicación y la consecuencia de esto.

Nos ha hecho concientizar en algo que se nos olvida muy fácilmente, como lo es la necesidad de que tener una alimentación sana acompañada de ejercicio para evitar la obesidad, pues dicha condición de salud es una de las principales comorbilidades que complican la evolución del Covid-19, lo cual adquiere especial relevancia ya que se convierte en un factor de mayor riesgo para personas que padecen enfermedades crónico-degenerativas.

Lo mismo sucede con las adicciones como el tabaco, alcohol, drogas y consumo excesivo de carbohidratos, que son factores de riesgo para la salud, pero que hacen a las personas más vulnerables al coronavirus.

Aprendimos también, que la salud es un tesoro que debemos cuidar como tal, y por ello es preciso incrementar las medidas de higiene personal y pública, tener hábitos preventivos como el lavado de manos, el uso de cubrebocas y realizarse las detecciones de salud acordes a la edad y género, mismas que refiero en mi artículo DETECCIÓN ES PREVENCIÓN, el cual les invito a leer para saber cuáles son y en qué momento realizarlas.

Así mismo, debemos recordar la necesidad de mantener vigente nuestro esquema de vacunación, hacer a un lado la falsa teoría de que las vacunas son un invento de los gobiernos para mantenernos controlados, esterilizarnos o disminuir el número de habitantes del mundo, teorías sin fundamento, que sólo confunden a las personas y les orilla a tomar decisiones erróneas.

De igual manera, la triste realidad nos ha permitido reafirmar que las medicinas, sustancias o productos milagro, son sólo eso, productos que milagrosamente incrementan las ganancias de quienes comercializan con ellos ante la desesperación de la gente por encontrar la panacea idónea o efectiva para combatir el Covid-19 o alguna otra enfermedad mortal o incurable, pero que médicamente no tienen un efecto benéfico tangible.

Psicológico:

Como mencioné inicialmente, el dolor y las pérdidas han ido de la mano ante el avance de esta pandemia.

La pérdida de la salud, el trabajo, la libertad, la micro y macroeconomía, la vida misma, son situaciones que causan duelo en las personas, mismo que muchas veces no es fácil de superar y que nos lleva a estados de ansiedad en diferentes grados.

Cabe destacar que no toda la gente tiene la capacidad de luchar ante la adversidad, de poder ser resiliente para enfrentar los problemas que vienen como consecuencia de esta crisis de salud.

Decir, ¡échale ganas! ¡tú puedes! ¡no pasa nada!, algunas veces resulta poco favorable en vez de alentador ante una experiencia traumática que puede generar ansiedad. Por el contrario, entender la ansiedad de quienes nos rodean, ofrecer un abrazo, el estar ahí, puede ser mejor apoyo para dar.

Con el Covid-19, hemos aprendido el valor de decir te amo, te quiero, te necesito de una forma frecuente y directa, pues cuanta falta hace todo esto a las personas que están aisladas en un hospital luchando por su vida o a los familiares que con incertidumbre esperan en las afueras de los hospitales, con la angustia de recibir noticias a cuenta gotas, o con el temor de ver ingresar a sus enfermos y no saber si será el última vez que los vean físicamente.

Con esta pandemia, debemos entender el valor de un abrazo, de un beso, de una demostración afectiva, de la presencia de todos los integrantes de nuestra familia alrededor de una mesa, de esa unión familiar, de no ser cohabitantes de la misma casa los cuales se comportan como extraños, que, sumidos en un egoísta comportamiento, no hablamos de nuestros sentimientos, necesidades, intereses o nos preocupamos por saber que piensan o sienten los demás.

Estar físicamente bajo el mismo techo, pero con el celular en la mano absortos en las redes sociales, es la mejor manera de desperdiciar un tiempo valioso de efímera coexistencia.

Social:

El ser habitantes de este mundo nos otorga derechos, pero también obligaciones. No se vale decir, ¡no pasa nada! ¡es mi salud, yo decido si me cuido o no! Y no es válido, porque al enfermarme por no cuidarme, expongo a las personas que están a mi alrededor y que están haciendo todo lo necesario por cuidarse.

No es válido, porque al enfermarte, aumentas la carga laboral para todo ese personal de salud que día con día lucha por combatir esta enfermedad, poniendo incluso, en riesgo su salud y el de sus familias. Porque tu descuido colapsa los sistemas de salud y pone en peligro de muerte a otras personas por sobredemanda de los servicios y saturación de los hospitales, con la imposibilidad de otorgar a todos los cuidados necesarios o incluso, el uso de un respirador que permita salvar la vida.

No es válido, porque al ser irresponsable en el cuidado de tu salud, no permite reactivar la economía, abrir nuevamente centros laborales, recobrar nuestra vida anterior con reuniones sociales, religiosas o escolares.

Todos somos responsables de la salud de los demás, de nuestra ciudad y del mundo. La salud es responsabilidad de todos.

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Quintana Roo, México a 01 de Noviembre del 2020
 
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jueves, 1 de octubre de 2020

RIESGOS DE LA EDUCACIÓN A DISTANCIA


Hace unos días veía noticias relacionadas con el nuevo modelo de educación que se implementa en nuestro país como parte de la contingencia sanitaria provocada por el Covid-19 y llamó mi atención el reportaje de cómo una familia de clase media vivía esta situación, en la que un niño en la sala de su casa seguía por la televisión un programa educativo como parte de la clase del día. 

La escena fue la siguiente: un estudiante no mayor de 10 años, sentado en el sofá de la estancia, con la libreta sobre las piernas, los pies colgando, sin poder recargar la espalda al respaldo del mueble y con un televisor colgado de la pared cercano al techo de la vivienda, lo que hacía que el estudiante tuviera que levantar la cabeza para poder mirar la pantalla que distaba de él a escasos 3 metros. En síntesis, desde el punto de vista médico, en tales circunstancias la posición anatómica de ese alumno es totalmente incómoda, por lo que al final de la jornada seguramente experimentará cansancio, contractura muscular o incluso dolor. En estas condiciones lo más probable es que el niño no centre su atención en el contenido de los temas educativos.La escena fue la siguiente: un estudiante no mayor de 10 años, sentado en el sofá de la estancia, con la libreta sobre las piernas, los pies colgando, sin poder recargar la espalda al respaldo del mueble y con un televisor colgado de la pared cercano al techo de la vivienda, lo que hacía que el estudiante tuviera que levantar la cabeza para poder mirar la pantalla que distaba de él a escasos 3 metros. En síntesis, desde el punto de vista médico, en tales circunstancias la posición anatómica de ese alumno es totalmente incómoda, por lo que al final de la jornada seguramente experimentará cansancio, contractura muscular o incluso dolor. En estas condiciones lo más probable es que el niño no centre su atención en el contenido de los temas educativos.

Y es que esta nueva modalidad educativa ha propiciado que los hogares se transformen en improvisadas escuelas. Es así como los comedores, salas, habitaciones o cocinas se han convertido en aulas para los estudiantes, sin percatarse los padres de familia que en este afán de continuar el proceso educativo de sus hijos bajo las restricciones que nos obliga la pandemia, pueden presentarse daños en la salud de los niños.

Se define como ERGONOMÍA al estudio de las condiciones de adaptación de un lugar de trabajo, una máquina, un vehículo, etc., a las características físicas y psicológicas del trabajador o el usuario, y el objetivo de la misma es que los sitios y postura de los involucrados sean de comodidad absoluta evitando daños a la salud.

Hagamos un análisis de cómo deben ser las condiciones adecuadas para que los niños sigan sus clases a distancia.

La posición correcta es estar sentado, no acostado ni de pie. Utilizar una silla escolar o de escritorio, o la más parecida que le permita tener una flexión de la cintura pélvica de 90 grados, con la espalda pegada al respaldo. Los pies no deben quedar colgando, debe tocar el piso con la planta del pie completamente asentada. En caso de que la silla sea muy alta se puede poner un cajón debajo de los pies para asentarlos.  

También deben disponer de una mesa para escribir que esté a la altura de los codos de manera tal que, al ponerlos sobre la mesa, los hombros no se eleven evitando así contracturas de la región dorsal. Por el contrario, si la mesa queda baja, el estudiante tiene que flexionar el tronco para escribir, lo que condiciona contractura y dolor de espalda baja. De no contar con una mesa, es necesario tener una superficie plana y rígida que no sea pesada y que le dé estabilidad en la mano con la que escribe.

El monitor de la computadora o la pantalla del televisor deben quedar de frente y a  la altura de los ojos para  que el estudiante no tenga que inclinar o levantar la cabeza. De esta manera protegemos los músculos del cuello y de la región dorsal. Así mismo, las pantallas deben tener una adecuada luminosidad para evitar deslumbramientos y dolores de cabeza.

No es recomendable el uso prolongado de audífonos, pues tener el volumen alto puede condicionar a mediano plazo, trauma acústico que se manifiesta con disminución de la agudeza auditiva, zumbidos o grillos (tinnitus), así como acumulamiento de cerumen que forma tapones que provocan baja audición o que, al estar en contacto con el agua durante el baño, se hidratan y causan dolores de oído.

La iluminación es punto esencial en el área que se habilita para las clases a distancia. El lugar debe estar bien iluminado, de preferencia con luz natural, pero cuidando que esta luminosidad no pegue directamente en las pantallas y obliguen a los estudiantes a estar enfocando para distinguir las imágenes. De igual manera, el tomar clases a oscuras o con luz muy tenue, obteniendo como único medio de iluminación la luz emitida por las pantallas, es una situación que provoca daños en la agudeza visual y que puede condicionar cefalea.

Es necesario que los estudiantes se levanten cuando menos 1 hora antes de sus clases, que estén perfectamente desayunados y que tengan agua para hidratarse. Recordemos que los jugos son altos en calorías, por lo que no se deben consumir como medio de hidratación, al igual que se debe evitar la ingesta de alimentos chatarra durante las clases.

Se deben evitar distractores al momento de las clases, sobre todo de los más pequeños, pues es muy fácil una pérdida de concentración cuando esto sucede. Estos distractores pueden ser mascotas dentro de la estancia que se utilice para estudiar, visitas de personas, uso de aparatos electrónicos o de audio por otros miembros de la casa, lugares ruidosos o incluso realizar el aseo del lugar al momento de las clases.

Tampoco es recomendable que los estudiantes pasen mucho tiempo sentados. El tiempo correcto de estar así es de 45 minutos por 15 minutos de descanso. Aunque habitualmente los programas educativos tienen establecidos sus tiempos de descanso, debemos estar vigilantes de que esto se cumpla, propiciando que los estudiantes hagan ejercicios de estiramiento y relajación.

En la actualidad, el uso del Smartphone es algo indispensable para muchas actividades de la vida diaria, peo considerando que los chicos pasan mucho tiempo frente a pantallas de cómputo o televisión, es necesario que en sus tiempos libres, no estén por periodos prolongados usando los teléfonos, pues existe un deterior de la agudeza visual, cefalea u otras alteraciones neurológicas ante el uso prolongado de los mismos.  El problema del uso es el abuso.

Por último, otra de las actividades educativas a distancia son las deportivas. Con respecto a esto, es importante que se realicen con tenis de suela antiderrapante, nunca en calcetines y con adecuada ventilación de la vivienda. Los pisos de las casas, junto con el sudor, se convierten en superficies resbalosas que pueden condicionar accidentes.

En síntesis, la necesidad que genera esta epidemia de educación a distancia debe ir acompañada de las medidas necesarias que permitan a los educandos realizarlas sin perjuicios a su salud, por lo que es necesario estar vigilantes de que sea en las mejores condiciones ergonómicas, identificar riesgos y corregirlos.

 

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas

Especialista en Medicina Familiar

 

Cancún, Q. Roo, México. Octubre del 2020


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martes, 1 de septiembre de 2020

VACUNA COVID-19

En los últimos días, amigos y pacientes me han cuestionado con respecto a lo que pienso acerca de la vacuna contra el Covid-19, si en verdad funcionará o si es segura, cuáles serán sus efectos adversos, e incluso si debemos aplicárnosla. Son muchas incógnitas alrededor de esta situación, todas válidas y fundamentadas en la realidad que vivimos, pues hasta el momento sabemos que los informes que se nos ha dado, tanto por parte de las autoridades sanitarias como las industrias farmacéuticas y los investigadores, no son totalmente concluyentes y que por el contrario dejan más dudas en todos nosotros. 

Así mismo, las redes sociales y la web están inundadas de noticias de personas influyentes, personajes que sólo buscan sus cinco minutos de fama, sin conocimientos científicos y que de forma imprudente esparcen información infundada o en muchas ocasiones falsa. 

Por último, tenemos las noticias oficiales, mismas que se anuncian con bombo y platillo generando esperanza en la población, pero que distan mucho de la realidad ya que su principal objetivo es levantar a una agonizante economía poniendo en peligro a la población vulnerable.

Todo lo anterior genera incertidumbre en las personas, incertidumbre totalmente comprensible, sin saber en verdad a quién hacerle caso.

Después del contexto anterior y volviendo al tema de las vacunas, he de decirles que serán una poderosa herramienta para el combate del Covid-19. Sin embargo, no serán suficientes para erradicar dicha enfermedad, ya que estamos hablando de una patología que ha cambiado mucho en relación a lo que sucedió en Wuhan, China cuando hizo su aparición a finales del 2019. A partir de entonces, los cambios radicales en su comportamiento clínico han determinado varios tipos, tanto que las autoridades en salud se han visto obligadas a modificar la forma de diagnóstico.

En un principio necesitábamos 2 de 3 síntomas principales (fiebre, cefalea o tos) y 1 síntoma secundario (rinorrea, odinofagia, dolores articulares, dolores musculares, astenia, adinamia, dolor torácico, conjuntivitis, diarrea, dificultad respiratoria) de 7 días de evolución. A partir del 25 de agosto del 2020 sólo se necesita 1 de 4 síntomas principales (fiebre, tos, cefalea, dificultad respiratoria), aunado a 1 síntoma secundario (rinorrea, odinofagia, astenia, adinamia, dolor torácico, conjuntivitis, diarrea, dolores articulares, dolores musculares, pérdida del olfato, alteraciones del gusto).

De igual manera, las complicaciones en la enfermedad también han presentado variaciones, pues, aunque sigue siendo la dificultad respiratoria uno de los problemas más graves, en el quehacer médico diario vemos casos que son totalmente diferentes a los descritos en la literatura actual. Ejemplo de ello es que hay personas que tienen polipnea (respiración más rápida de lo normal) con una saturación de oxígeno de 95%, lo que genera un riesgo inminente de paro cardíaco.

Como podemos observar en lo anteriormente descrito, el Covid-19 se ha manifestado de forma dinámica en su comportamiento y complicaciones, de manera tal que las vacunas que ahora se están realizando, probablemente en un futuro ya no funcionen, por lo que se tendrán que crear cada año nuevas vacunas, tal como sucede en la actualidad con las vacunas de la influenza, que año con año van cambiando acorde a la mutación del virus.

Entonces ¿debemos aplicarnos la vacuna? Mi opinión profesional es que, SI DEBEMOS APLICARNOS LA VACUNA, pero sin dejar de hacer lo que nos corresponde en el cuidado de nuestra salud.

Pronto, las actividades económicas y sociales regresaran a su funcionamiento en esta nueva normalidad y no debemos confiarnos y bajar la guardia. Las medidas de prevención son indispensables para evitar rebrotes. El uso de cubrebocas, el lavado de manos, la sana distancia, han demostrado su efectividad, de tal manera que debemos tenerlas como una práctica diaria y común.

Mi postura como médico, ciudadano y padre de familia es obedecer las indicaciones de las autoridades de salud

Mi postura como hombre de fe, es que esto no es nuevo, que a lo largo de la historia de la humanidad se han repetido estos desastres y pandemias, pero confiados en nuestras creencias, podremos sobrellevar lo que nos toca vivir, fortalecernos espiritualmente, reinventarnos y hacer lo que nos corresponde a cada quién.

De igual manera, me han preguntado mi opinión sobre las alternativas que existen para la cura de esta enfermedad, y aunque no es tema que he de desarrollado en este texto, me permito expresar mi posición con respecto a esto.

En esta pandemia, se hace promoción de productos mágicos y milagrosos capaces de curar el Covid-19 y todo tipo de enfermedades, productos que incluso tienen un largo historial de no ser más que eso, productos milagro y los cuales se han preservado por las ventas multinivel que permiten a algunos poco, sacar jugosas ganancias de dinero, productos para los cuales existe un gran adoctrinamiento de sus seguidores, quienes con fe ciega y ganancias monetarias los siguen promoviendo. Productos que incluso tienen estudios científicos, pero no concluyentes. Por todo lo anterior, no los recomiendo, pero tampoco tengo una postura de no utilizarlos, ya que cada quién debe ser responsable de su salud.

Insisto, la salud no es únicamente responsabilidad de las autoridades, es responsabilidad de todos, de manera tal, que tenemos la obligación de cuidarla y preservar

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas

Especialista en Medicina Familiar

 

Cancún, Q. Roo, México. Septiembre del 2020


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sábado, 1 de agosto de 2020

ENFERMARNOS ES FÁCIL


Hace unos días tuve la necesidad de acudir a tramitar una licencia en una dependencia de gobierno de la ciudad en donde vivo.

El protocolo para entrar consistía en preguntar ¿a qué viene? Y después de responder, el personal de la entrada me tomó la temperatura en el antebrazo y al verificar que no tenía fiebre me dejó pasar.

Crucé por un túnel sanitizante y me dirigí al primer mostrador en donde recepcionaron mis documentos y después de que los revisaron me pasaron a otros módulos hasta llegar al final de los trámites. Todo esto a una temperatura ambiente de aproximadamente 32 grados, con un calor bochornoso que te hace sudar en serio.

Esa es la manera como actualmente en muchos lugares y establecimientos se ponen en práctica medidas de seguridad que permitan evitar el contagio del COVID-19, haciendo grandes esfuerzos para cumplir la normativa y permanecer abiertos.

¿Por qué a pesar de estas medidas nos seguimos enfermando?

Volvamos al relato inicial.

Al llegar, la persona que me recibió únicamente me preguntó ¿a qué viene? sin cuestionarme sobre mi estado de salud, síntomas relacionados con COVID-19 o alguna otra enfermedad respiratoria parecida, de tal manera, que si al momento de acceder a las instalaciones yo cursaba con el COVID-19, podía poner en peligro a todos los que estaban a mi alrededor.

También puede suceder que la persona encargada del hacer el filtro, hiciera el cuestionamiento debido, pero por mi interés de realizar los trámites, yo mintiera en mis respuestas. Por lo que me permiten el acceso al lugar, y junto conmigo va el virus.

Hasta este momento podemos destacar dos procedimientos que son poco confiables para evitar la propagación de la enfermedad, uno es el interrogatorio y el otro es la medición de la temperatura corporal.

La temperatura elevada puede ser un dato de alarma para el vigía. Sin embargo, me la tomaron en el antebrazo, de tal manera que la lectura pudo ser errónea. La temperatura debe ser tomada preferentemente en la frente para que reporte la medición correcta.

Ya que me autorizaron el acceso por considerarme libre del virus, porque mi temperatura fue aceptable, para eliminar cualquier riesgo debimos ser sanitizados. El túnel sanitizante fue una excelente medida para reforzar la prevención.

Al salir del mismo, inmediatamente se formaba un cuello de botella en el primer mostrador, provocando un hacinamiento de personas que no respetaban su sana distancia.

Esta conglomeración daba motivo a que el personal que recibe los documentos, los recepcionara de manera rápida con tal de desalojar el área, pero cayendo en el error de no lavarse las manos o utilizar gel antibacterial después de atender a cada persona.

¿Qué implica esto?

Pues que en algún momento hayan manipulado documentos contaminados con el virus del SARS-COV-2 (causante de la enfermedad COVID-19), contaminando sus manos y en consecuencia, contaminar todos los documentos que manipularan posteriormente, motivando un fácil esparcimiento de la enfermedad. Así mismo, el personal que recepcionaba los documentos, estaba al aire libre, con calor, sudando ante el esfuerzo de atender con rapidez, lo que motivaba que se manipularan constantemente el cubrebocas, con el riesgo de contaminación o infección.

Y así sucesivamente en los diferentes módulos en los que debí hacer mi trámite, existieron momentos en los que pude observar cómo la gente manipula sin cuidado papeles, objetos, dinero, sin el cuidado adecuado.

De igual manera, la gente que esperaba en ese cálido lugar, sudaba y se tocaba el cubrebocas con la finalidad de disminuir el bochorno que éste causa, pero es esta manipulación, la que puede condicionar que nos enfermemos.

Si a los ejemplos anteriores, agregamos que aún existen personas que piensan que son exageraciones, que no pasa nada, que es un fastidio usar el cubrebocas, pues seguirán los contagios al no observarse las medidas sanitarias pertinentes.

Desafortunadamente los contagios siguen en un pico alto en muchas ciudades de nuestro país, el COVID-19 sigue cobrando vidas, afectando la dinámica de las familias, su funcionalidad y su economía. Es por tal motivo de suma importancia que TODOS, cada quién desde su trinchera, nos cuidemos y cuidemos a los demás.

¿Cómo cuidarnos?

Con el uso de cubrebocas en las áreas públicas, con lavado de manos o el uso de gel antibacterial de forma constante, evitando acudir a lugares de alta concentración de personas, saliendo de casa únicamente si es necesario, conservando la sana distancia. Medidas de higiene preventivas en nuestro hogar.

Retomando el ejemplo anterior, si observamos que los funcionarios manipularon los documentos sin haberse lavado las manos, debo estar atento y lavarme las manos o utilizar el gel antibacterial. Si tú no tienes cuidado, yo debo cuidarme, aunque lo ideal sería que ambos nos cuidáramos.

Medidas para el uso del cubrebocas:

Lava tus manos. Debes hacerlo con agua y jabón o gel antibacterial antes de ponértelo.

Uso obligatorio y continuo en áreas comunes. De esa manera te proteges y proteges a los demás.

Evitar la manipulación durante su uso. No se recomienda que te lo quites y vuelvas a poner.

Existen cubrebocas desechables y reutilizables. No conviertas tu desechable en un reutilizable.

Evita cubrebocas improvisados. Se hacen cubrebocas con plásticos, botellas, ropa vieja, etcétera, pero este tipo de cubrebocas no reúne las condiciones necesarias de protección.

Úsalo todo el tiempo. No coloques los cubrebocas usados dentro de bolsa, mochila, bolsas de pantalón o camisas.

Mantenlo en la cara. Evita que el cubrebocas esté en tu cuello, cabeza o en contacto con tu pelo.

Antes de usarlo, verifica que te acomode. Que no lastime tus orejas, para que evites manipularlo. Existen muchos trucos que ayudan a evitar dolor por el uso excesivo de cubrebocas, mismos puedes encontrar en internet y en las redes sociales.

Desecha tu cubrebocas correctamente. Colócalos en el bote de basura, no lo dejes tirado en la calle.

Lava tus manos después de retirarte el cubrebocas. Recuerda usar agua y jabón o cuando menos gel antibacterial.

La enfermedad aún está esperando que te descuides para hacerte su víctima. Mantengamos la guardia bien alta para evitar enfermarnos y que los que conviven con nosotros se contagien.

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Q. Roo, México. Agosto del 2020




miércoles, 1 de julio de 2020

CUIDÁNDOME TE CUIDO

En esta ocasión no vamos hablar de síntomas, tratamientos, complicaciones u otras situaciones que están relacionadas con el quehacer médico. Por el contrario, haremos referencia al quehacer de las personas para que no lleguen al médico, que al cuidarse a uno mismo es posible cuidar a los demás.

Es increíble ver que a pesar de todo lo que hemos vivido con el virus del SARS-CoV-2 aun existan personas que piensen que la nueva normalidad es una exageración o crean que el covid-19 no es tan grave y se trata de un simple catarro. Es criminal no cuidarse por pensar que no pasa nada.

Después de tantos meses de aislamiento social, como medida drástica para frenar el avance del coronavirus, durante los cuales un gran porcentaje de la actividad económica se paralizó, estamos ahora ante un panorama en el que la sociedad afronta la cruda realidad de ver cómo los ahorros se van acabando, de no tener o estar disminuidas las fuentes de ingresos económicos. Esto ha sido un detonante para que muchas personas tengan que salir a trabajar aun en condiciones adversas, situación que admiro con mucho respeto, pues arriesgan su salud a fin de proveer a su familia.

Pero también está el lado opuesto de la moneda. La irresponsabilidad es visible en una gran mayoría de gente, que desatendiendo a las indicaciones andan por la calle sin cubrebocas, sin respetar la sana distancia, o hacen caso omiso a la disposición sanitaria actual de permanecer en semáforo naranja que sólo permite salir a la calle a realizar actividades esenciales.

En el ir y venir de cada día para cumplir mis actividades laborales, así como los fines de semana atendiendo a mis deberes familiares, me ha tocado observar familias con niños que asisten a tiendas de autoservicio, centros comerciales, comercios formales e informales, o tianguis, únicamente con el cubrebocas mal puesto y omitiendo las medidas sanitarias necesarias. Cabe destacar que los niños son por naturaleza inquietos, por lo que es muy fácil que se contaminen al manipular toda clase de objetos y superficies, e involuntariamente se toquen el rostro ante la incomodidad del cubrebocas. Y pensar en ponerles guantes no es una buena idea para protección en estos casos.

El cubrebocas parece ser un objeto muy fácil de usar. Pero es de suma importancia darle el uso correcto para que cumpla su función. De lo contrario, se convierte en un agente altamente nocivo para la salud, ya que favorece el contagio del virus. Para que un cubrebocas sea una barrera protectora es preciso que cubra completamente los orificios nasales hasta la barbilla y extendido de oreja a oreja; una vez colocado con las manos bien desinfectadas, no debe quitarse y ponerse o llevarlo por debajo de la quijada. En casa, los que son lavables, debe resguardarse en un lugar libre de contaminación, mantenerlo limpio y no intercambiarlo. Aunque su uso continuo puede resultar incómodo, lo adecuado es llevarlo puesto desde el momento de salir de casa y retirarlo al regresar para evitar manipularlo, lo cual de ser necesario debe hacerse con mucho cuidado e higiene. Se desecha poniéndolo en una bolsa de plástico y se tira a la basura. También hay que tener en cuenta que, si el cubrebocas está contaminado, al tocarlo para retirarlo o acomodarlo puede contaminar las manos y luego, éstas trasportar el virus hacia algún objeto, otra parte del cuerpo o al tocar a otra persona.

Mentir es otra práctica que puede resultar peligrosa para el cuidado de la salud, como cuando se omiten síntomas con tal de no dejar de trabajar o por el temor a ser hospitalizado. Así mismo se miente cuando llegas con el cubrebocas en la bolsa del pantalón o en el bolso de mano y lo sacas para poder entrar a un lugar que exige su uso de forma obligatoria, pues al manipular ese cubrebocas, estás contaminando tus manos, peor aún si ese cubrebocas ya tiene muchas horas de uso, incluso días.  

También propagar rumores o aseveraciones infundadas es una práctica peligrosa, como cuando dicen que en los hospitales asesinan a los pacientes de Covid-19, que si te hospitalizas únicamente saldrás en forma de cenizas, que intubarse significa muerte irremediable, que los termómetros destruyen las neuronas, que dañan la piel y así como esto, afirmaciones que no son ciertos pero que sí causan en la población un temor que les impide cuidarse o recibir atención médica oportuna.

La ignorancia (en el estricto significado de esta palabra) es el factor más importante y peligroso para la complicación de cualquier enfermedad. Por eso debemos estar atentos a los expertos en el tema y no dar credibilidad a los que hablan de todo y nada saben, diciendo discursos categóricamente, pero faltos de sustento científico.

Les comparto un caso que me tocó atender y engloba algunos de los aspectos antes mencionados.

Se trata de un paciente masculino de 67 años, hombre de campo que vive en la ciudad de lunes a viernes por su trabajo de mantenimiento y jardinería y los fines de semana se traslada a su población de origen. Llega al consultorio de enfermedades respiratorias con síntomas de fiebre, dificultad y dolor al respirar de una semana de evolución. Refiere que venía a consulta por indicación de su jefe quien le dice que no puede trabajar si no es médicamente valorado. Al interrogarlo, comenta que desde hace una semana se ha sentido mal, con síntomas respiratorios que se ha controlado con tés de hierbas según es su costumbre. Que el fin de semana convivió en su pueblo con la familia, que no usan cubrebocas porque es incómodo y una exageración. También relata que viajó de su pueblo que está a 90 minutos de la ciudad, en una camioneta de transporte colectivo, en la cual la mayoría de los pasajeros no tenían cubrebocas. Al revisarle encuentro que tiene datos de neumonía y una saturación muy baja de oxígeno que amerita ingreso a hospitalización. El paciente rechaza esta indicación argumentando que, si entra al hospital, lo van a intubar y de ahí sólo saldrá como cenizas. Después de explicarle los riesgos de las condiciones en las que se encontraba, el paciente accede a ser trasladado y fue hospitalizado.

Si analizamos este caso, podemos observar cómo el desconocimiento de esta persona propició que su salud se complicara al no atenderse a tiempo y recibir el tratamiento que necesitaba, aunado a esto, que contagiara a su familia y que pusiera en peligro a todas las personas con las que convivió.

Cuidándome te cuido y si te cuido, me cuido.

Pareciera un juego de palabras o un trabalenguas. Sin embargo, dicha frase describe la realidad del mundo de hoy. Estamos inmersos en un círculo vicioso en el que el cuidado de mi salud repercute en la salud de los demás y a su vez, la salud de los demás repercute en mi salud. Entonces si yo quiero estar bien, debo procurar que los demás también lo estén. Así es como cuidándome cuido a los demás y si yo cuido a los demás me estoy cuidando a mí mismo.

Esto lleva a reflexionar en qué radica realmente el cuidado de la salud. Que no es descubrir el hilo negro, pues todos sabemos que cuidar la salud consiste en actuar con responsabilidad, tener disciplina y dominio de sí mismo, tres valores que en el día a día permiten tomar decisiones que preservan la salud.

En la actualidad, la pandemia causada por el covid-19 ha llevado a fijar la atención en la necesidad urgente de que estos valores predominen de manera consciente en la conducta de las personas. Las autoridades de salud y gubernamentales se han desbordado a través de los medios de comunicación, en crear conciencia entre la población de lo determinante que es asumir la nueva normalidad como un estilo de vida para poder superar la crisis mundial que nos tiene atrapados.

Las medidas precautorias son del conocimiento público: lavarse las manos, usar cubrebocas sin manipularlo, aplicarse gel antibacterial, utilizar careta o máscara, no saludar de mano, beso o abrazo, no congregarse en grandes grupos, respetar la sana distancia, evitar el reloj, aretes, collares u ornamentos corporales, usar gorro o sujetarse el cabello, no comer en la calle, no utilizar las manos para estornudar y muchas otras más indicaciones en esta NUEVA NORMALIDAD que nos toca vivir en la actualidad, indicaciones que nos agobian y por hartazgo dejamos de cumplir a pesar de en estos momentos la pandemia de COVID-19 se encuentra en nuestro país en un pico muy alto de contagio.

Es responsabilidad de cada uno de nosotros luchar por el control de esta enfermedad, la cual no va a desaparecer mágicamente o de forma espontánea. Esa responsabilidad extiende sus beneficios a los más vulnerables de nuestro hogar, de nuestra sociedad.

La salud es un derecho, pero cuidarla es compromiso de todos.

Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Q. Roo, México. Julio del 2020



¿Fiesta próxima? CARUDA Canta y Baila te pone la música



lunes, 1 de junio de 2020

NUEVA NORMALIDAD: COVID-19


Les comparto que desde hace mucho tiempo no había experimentado tanto temor como el que ahora me embarga ante la inminente llegada de la NUEVA NORMALIDAD como se le ha denominado al permiso que tendrán los ciudadanos de mi país, México, para salir de su confinamiento por la pandemia de COVID-19 en una etapa de contagio demasiado alta.

Durante estos casi tres meses de confinamiento, en los cuales por mi profesión he tenido la necesidad de salir a trabajar como personal del área de salud, he experimentado sentimientos encontrados de enojo y conmiseración al ver en la calle a personas en solitario o en grupos, que sin el menor cuidado preventivo no llevan cubrebocas o están realizando actividades recreativas. Es cierto que hay personas que por necesidad tienen que salir a realizar actividades económicas que les permita el sustento de sus familias, pero algunos de ellos sólo usan el cubrebocas como un requisito y no para protegerse o proteger a los demás. Lo tienen en el cuello, con la nariz descubierta, en la cabeza como diadema o peor aún en la bolsa del pantalón y al momento de estar cerca de otra persona o entrar a un establecimiento, se lo colocan sin el menor cuidado, contaminándose y esparciendo así a través de sus manos el virus por donde tocan.

Hay también personas “valientes” que piensan que no pasa nada, que esto es una mentira de la globalización o del gobierno, que es una conspiración, que no se tiene suficiente fe o confianza en Dios y bajo estos argumentos deambulan por todos lados como si nada sucediera a su alrededor, comportándose a mi juicio, de forma criminal, pues quien causa la muerte a otras personas se les llama asesinos.

Y es que a pesar de lo que hemos vivido hasta ahora, hay gente que no entiende la gravedad de la situación, y creen en la existencia del COVID-19 hasta que alguien cercano a ellos enferma o incluso muere, haciendo caso omiso a la gran cantidad de información que se recibe todos los días en los diferentes medios, en los cuales se mencionan cifras elevadas de infectados y muertos. Pero desafortunadamente, en ese proceso de creer o reconocer realmente la presencia de la enfermedad, los incrédulos se han convertido en fomites (objeto que contamina o esparce un patógeno) andantes, que han llevado la enfermedad por todos lados, afectando a los más vulnerables de nuestra sociedad.

Aun sigo viendo en la calle gente abarrotando el transporte público, gente que sale a los parques y avenidas a hacer ejercicios formando grandes grupos, existen grandes filas para comprar bebidas alcohólicas, o comida rápida en días festivos como lo fueron el 30 de abril, día del niño o el 10 de mayo, día de la madre. Lo que no saben esas personas y no dicen las autoridades, que unas 2 semanas después de esos eventos, los médicos observamos un incremento en el número de personas infectadas y en el número de muertos.

Ahora, con el arranque de la NUEVA NORMALIDAD, se dará luz verde a todas esas personas que antes no se cuidaban para que salgan a la calle haciendo como que se cuidan y de esta manera propagar la enfermedad con el riesgo de un repunte o rebrote de la infección.

Es cierto y entendible que se tiene que reactivar la economía de nuestro país, pues la gente no puede sobrevivir con una despensa cada 15 días (cuando bien les va) o con los recursos ahorrados que poco a poco ven mermándose. Y no sólo se tiene que reactivar en lo económico, sino también porque al perderse los trabajos, las personas se están quedando sin seguridad social médica, de tal manera que los pacientes con enfermedades crónico degenerativas corren el riesgo inminente de complicarse y morir al no tener su tratamiento diario, pues sin trabajo y sin dinero, es muy difícil mantener el medicamento de un paciente de este tipo comprando las medicinas.

Sin embargo, aunque es necesario, el retornar a la calle de forma precipitada es una apuesta peligrosa en la puede salir perdedor el pueblo.

Y pongo como ejemplo a la gran cantidad de compañeros del área de la salud que se han enfermado e incluso fallecido a pesar de conocer todos los protocolos de cuidado necesarios para no contagiarse (independientemente de que hayan recibido en tiempo y forma el equipo de protección necesarios). Entonces, ¿qué pasará con las personas que no saben o tienen la más mínima idea de cómo usar un cubrebocas o de realizar medidas profilácticas para el contagio?

¿Por qué nuestro país tiene una alta tasa de mortalidad (por qué se muere más gente enferma) en comparación con otras partes del mundo? ¿Será porque los médicos no tenemos las herramientas adecuadas para combatir esta enfermedad?, ¿el gobierno no está haciendo lo suficiente?, ¿la gente de nuestro país es más débil? Todos estos cuestionamientos tienen algo que ver con la alta mortalidad, pero de acuerdo a mi visión profesional y de lo que vivo en la consulta con mis pacientes, la gente tiene miedo de acudir a un hospital cuando está enferma del COVID-19, pues asocian ingreso hospitalario a muerte segura, lo cual no es real, ya que    desafortunadamente cuando acuden al hospital han dejado pasar varios días en los que la enfermedad ha evolucionado y presenta complicaciones avanzadas y difíciles de tratar. Lo cierto es que NUESTRA GENTE TIENE MIEDO DE MORIR AL HOSPITALIZARSE y este sentimiento hace que retarden acudir al hospital.

Ante esta nueva normalidad en el diario vivir, no podemos desobedecer las indicaciones de nuestras autoridades y a los que les toque salir a trabajar lo tendrán que hacer con todas las medidas preventivas posibles, siendo extremadamente cuidadosos en estas rutinas, con apego estricto a los protocolos que las empresas implementen, cambiándose de ropa, zapatos y bañándose inmediatamente lleguen a casa, evitando comer en la calle y sobre todo, creyendo que esta enfermedad si existe y que puede ser mortal para todos, pero más aún para los más vulnerables de nuestro hogar.

De valientes e ignorantes está lleno el cementerio y alrededor de su tumba, la gente que tuvo la desgracia de estar junto con ellos, víctimas de esta pandemia. Así que pensar que de algo nos vamos a morir o que es parte de una selección natural, deja de tener valor cuando la muerte es de alguien que amas.

Me disculpo por el tono de este mensaje, diferente al que acostumbro compartirles mes con mes desde hace más de 10 años, pero es desesperante para mí como médico, ver como cada semana mueren 1 o 2 personas cercanas, pacientes, amigos, colegas, compañeros de trabajo o simplemente conocidos.  Me preocupa ver que la gente no crea, no se cuide y ponga en peligro a los demás. Me angustia la angustia de las familias que tienen a uno de sus miembros infectados por COVID-19. Me duele el dolor que experimentan cuando existen fallecimientos.

Quizá resulte trillado escuchar que juntos podemos salir adelante de esta situación. Sin embargo, es mi deber como profesional de la salud insistir en que, con responsabilidad y compromiso en el bien común, unidos como sociedad podemos vencer esta pandemia, pues para cuidar mi salud debo pensar también en la salud de los demás.

Si no tienes que salir de casa, no lo hagas. Si necesitas salir, hazlo cuidándote y cuidando a los demás. No ocupes innecesariamente los servicios de salud. Si estás enfermo, acude al médico acorde a las indicaciones sanitarias actuales. Si estás sintiéndote muy mal o te das cuenta de que estás agravándote, acude al hospital, no dejes que el miedo a morir acabe con tu vida y que además contagies a otros miembros de tu familia.

El COVID-19 no es un invento y mucho menos algo con lo que se pueda jugar como en una ruleta rusa.

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Q. Roo, México. Junio del 2020






viernes, 1 de mayo de 2020

UNIDAD FAMILIAR EN COVID-19

Nuestra dinámica familiar ha sufrido un cambio radical ante la pandemia que estamos viviendo por el Covid-19.

El aislamiento social, el estar encerrados en casa, las pérdidas (de salud, de seres queridos, trabajo), la afección a la micro y macroeconomía, son factores que hacen más difícil sobrellevar la contingencia sanitaria.

Una situación a la que se han enfrentado muchas personas es permanecer en casa obligatoriamente como medida de prevención. Al principio, quizá fue algo atractivo que traería beneficios personales. Sin embargo, al paso de los días lo placentero dejó de ser tan agradable para dar lugar a emociones no gratas, pues estar 24 horas en convivencia con nuestra familia resultó una experiencia inusual a lo que no estábamos acostumbrados.

En circunstancias habituales una familia completa convive en promedio de 3 a 6 horas por día, dependiendo del ciclo familiar que se esté viviendo, de tal manera que el incremento en las horas de convivencia puede ser un factor causal de estrés que afecte la dinámica familiar. Y si a esto le agregamos fenómenos de abstinencia en personas con adicciones, la convivencia   puede convertirse en un verdadero infierno que conlleve a la violencia doméstica.

En la etapa productiva de una persona cuando se consigue el primer empleo existe la ilusión de iniciar una vida de autonomía económica, en la que se vislumbra la posibilidad de comprar un auto, adquirir casa propia, formar una familia, esto sin importar el orden ya que ello dependerá de la forma de pensar de cada individuo. Pero ese deseo de desarrollo personal muchas veces se tergiversa y los sueños se transforman en verdaderas pesadillas cuando se presentan crisis, como la que actualmente vivimos, que nos sorprenden de manera inesperada con múltiples situaciones adversas que trastornan o derrumban nuestro plan de vida.

Sabemos que no es fácil enfrentar y solventar una crisis, mucho menos cuando se presenta de forma súbita y de la noche a la mañana el panorama ha dado un giro radical. Pero también es cierto que los seres humanos somos capaces de experimentar una transformación constante (prueba de ello es que nacemos de una forma y morimos de otra) y que por lo mismo tenemos la capacidad de desarrollar una gran RESILIENCIA, de tal manera que podemos reinventarnos y salir adelante a pesar de todo lo adverso a lo que nos enfrentamos, es decir, como el ave fénix renacer de las cenizas para superar la crisis.

¿Cómo convivir sin colapsar?

Ante una situación de crisis lo primero es conservar la calma para valorar con objetividad nuestra realidad y así analizar las fortalezas, amenazas, áreas de oportunidad y alternativas de solución con las que contamos.

Esta perspectiva analítica permite tomar decisiones sustentadas en los recursos disponibles. Cabe hacer énfasis que es sumamente importante NO tomar decisiones en base a una reacción de estrés.

Ya analizada la problemática, el siguiente paso es hacer del conocimiento de los adultos y adolescentes (e incluso de los niños según la edad de éstos y el asunto que compete), de la afectación que se está viviendo pues involucra a todos los miembros de la familia. Una vez enterados de lo que sucede, juntos podrán elaborar estrategias que permitan mejorar la situación personal para el bien común.

Cuando nos percibimos rebasados por las circunstancias en las que vivimos, lo cual causa malestar físico y emocional que se refleja en la conducta, es inevitable que surjan sentimientos de preocupación, miedo, angustia, enojo, desesperación. Un factor determinante para superarlo es externarlos a la familia sin temor a verse vulnerable ante ellos, siendo sinceros y con el afán de crear redes de apoyo que permitan vivir en paz y armonía al entender el porqué de algunas actitudes negativas que puedan presentarse. Por consiguiente, comunicar los sentimientos en la familia es una práctica que favorece la sana convivencia, permite la ayuda mutua y brindar consuelo como respuesta a la comprensión.
Es así como el compartir las cargas emocionales con la familia vuelve más ligero el peso de las mismas y facilita sobrellevar las dificultades.

Al estar en la misma sintonía, es mucho más fácil involucrase en las actividades de los demás integrantes de la familia, participando activamente con ellos como por ejemplo hacer las tareas escolares con los hijos, propiciar de manera divertida la realización de las labores del hogar con la participación de todos, realizando proyectos que se puedan llevar a cabo como redecorar la casa, cambiando de sitio los muebles con la finalidad de reordenar la perspectiva visual del hogar, hacer mejoras como pintar, componer o dar mantenimiento, apagar los aparatos electrónicos y hacer reuniones que permitan contar historias personales de la infancia, experiencias o recuerdos, ver albúmenes de fotografías, hablar de sueños, ilusiones, miedos, temores y expectativas de vida, en fin, conocer más a la familia.

También, es un tiempo propicio para analizar nuestra relación de esposos, haciendo una evaluación de los proyectos que se plantearon el momento de iniciar su vida en pareja, de ver si se han cumplido, si han cambiado, quedaron en el olvido o fueron superados.

De igual manera, es el momento de sentarnos para hacer planes a futuro aprovechando este tiempo de espera, con la finalidad de enfocarnos en nuevas metas que nos impidan volver a la monotonía que vivíamos antes de esta contingencia. Y si eres de esos afortunados que tenían una vida en un agradable área de confort, analiza que se puede mejorar en tú relación esponsal, incluso mejorar tus relaciones sociales que propicien el bien común para mejorar la comunidad en donde vivimos.

Las relaciones con los miembros de la familia, cuando no son sanas y después de un prolongado tiempo de convivencia, generan ansiedad que propicia fricciones que a su vez desencadenan desavenencias, disgustos, conflictos incluso con violencia familiar.

Cuando esto sucede, es necesario tener prudencia, respirar profundo, evitar la confrontación, analizar si vale la pena enojarse, si existe solución, si se puede conciliar o si nos damos cuenta de que el equívoco es propio, pedir una disculpa sincera y fortalecer nuevamente la cohesión familiar.

En conclusión, la funcionalidad familiar es necesaria para superar cualquier adversidad. No permitas que las crisis te agobien. Por ejemplo, lo económico, de una forma u otra se puede solventar, pero la ruptura de una familia, en muchas ocasiones es un camino sin retorno en el cual pierden todos.


Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Q. Roo, México. Mayo del 2020



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