¡Más vale tiempo de calidad que de cantidad! Es la clásica aseveración que los padres utilizan para justificar cuando por cuestiones de trabajo están mucho tiempo fuera de casa y no se dedican lo suficiente al cuidado de sus hijos. Sin embargo, al escuchar tal argumento me pregunto ¿Será cierto? Y me atrevo a cuestionarlo porque en mi experiencia laboral, mis pacientes me han demostrado todo lo contrario.
Hace algunos años, la dinámica habitual en una familia tradicional se caracterizaba porque el papá trabajaba y la mamá estaba dedicada al cuidado de los hijos y supervisar su educación, tal vez hasta la preparatoria.
La vida actual ha condicionado que las dinámicas y roles familiares cambien por completo. Ahora papá y mamá trabajan, los menores de 4 años acuden a guarderías por más de 8 hrs y los escolares son atendidos por extraños o los hermanos mayores. Al final del día los padres llegan apurados con todos los pendientes del diario trajinar y la convivencia es nula. Tiempo de calidad ¿será? Es muy difícil que así sea, sobre todo cuando se tiene hijos adolescentes.
Decía mi abuelita, antes la vida era mejor que ahora. Posteriormente me tocó escuchar de mi padre la misma aseveración y hoy con temor repito que antes era mejor que ahora.
¿Qué ha pasado? ¿Hemos perdido los valores y principios de la sociedad? ¿Nos estamos volviendo malos, indiferentes o amorales?
En este cambio de usos y costumbres intervienen muchos factores. Les pongo como ejemplo lo siguiente. Los niños y adolescentes pasan mucho tiempo solos, susceptibles a ser víctimas de la delincuencia que siempre ha existido. La facilidad del acceso al internet sin supervisión de los padres es un gran factor de riesgo en la formación del niño-adolescente. Aunado a ello, están los programas televisivos tan explícitos, que se vuelven un modelo a imitar. Los hijo no logran comprender que papá y mamá están trabajando muchas horas por querer darles una vida mejor. Situación que se agrava cuando existe alguna adicción en el seno familiar, aderezada con violencia intrafamiliar.
Es la misma facilidad que existe en la difusión de noticias lo que ha condicionado que la violencia sea palpable. El estar en contacto constante con la violencia y la delincuencia, fomenta que la veamos como algo natural o normal y ya no nos espante leer la cantidad de muertes o agresiones que se publican en la prensa, se difunden por radio, televisión, redes sociales o internet.
Cuando el niño se está convirtiendo en adolescente, anda desesperadamente en busca de una identidad y una aceptación por parte de sus iguales en la sociedad. Sin la vigilancia adecuada, es presa fácil de las adicciones, del abandono escolar, del inicio temprano a la vida sexual.
He tenido oportunidad de atender a jóvenes que son llevados por sus padres a consulta por consumir marihuana, alcohol o cocaína. Lo extraño es que se trata de jóvenes con buen aprovechamiento escolar y con una aparente integración familiar. Entonces, la pregunta obligada es: ¿Por qué lo haces? La mayoría de los jóvenes ha respondido que por sentirse solos o bien por la necesidad de ser aceptados en sus grupos de amigos. Durante la contestación, es común ver el llanto de los padres al escuchar el relato de sus hijos y cómo es que llegaron a este punto.
Tal vez en un inicio, la guardería tuvo un buen papel en los niños, pero los padres nunca se dieron cuenta que sus hijos estaban creciendo y no se preocuparon por su entorno.
Hagamos un ejercicio: ¿Sabes cuáles son los nombres de al menos 5 amigos de tus hijos? ¿Conoces a los papás de estos amigos? ¿En qué trabajan? ¿Qué religión tiene? ¿Si son víctimas de adicciones o violencia intrafamiliar? ¿Cuál es el nombre de los profesores de tus hijos? Una manzana podrida, puede contaminar a toda la canasta.
Si tu hijo es adolescente y tiene acceso a redes sociales ¿Has leído sus publicaciones? ¿Conoces las fotos que sube? ¿Te permite ser integrante de su red social?
Si contestaste afirmativamente a estas preguntas, te felicito, estás haciendo bien la tarea. Si no es así preocúpate, pero mejor aún ¡OCÚPATE!
El ser humano es el resultado de una interacción de lo biológico, psicológico y social. Por tal motivo no solo es necesario atender la salud física, también es importante cuidar su desarrollo psicológico y social.
¿Les inculcas a tus hijos valores y principios? Si lo haces, ¿Cómo lo haces, de palabra o con ejemplos de vida? ¿Tiene congruencia tu decir con tu actuar? No se vale decir después ¡Mi hijo me salió malo! Eso no es cierto. Te pongo el ejemplo de los árboles con raíces profundas, aun cuando vengan huracanes, siguen erguidos ante el embate de la tormenta. Las raíces en los hijos son los valores y principios. Si estos no existen, ante la más leve ventisca, corren el riesgo de caer y no volver a levantarse.
El problema principal de nuestra sociedad es que se han hecho a un lado los valores y principios, ya que no existe tiempo para enseñarlos, aunque a nuestros hijos les demos TIEMPO DE CALIDAD. Hemos adoptado la conducta de considerar a las escuelas como guarderías, pero no es así, el principal aprendizaje se adquiere en el seno familiar. La escuela solo es un complemento académico, en un mínimo porcentaje de lo que representa la vida del ser humano.
¿Sabías que los hijos de padres divorciados, tienen más riesgo de un fracaso en sus relaciones de pareja que aquellos que vienen de un hogar bien cimentado? ¿Qué los niños que han sido víctimas de violencia familiar, acaban siendo agresores en la edad adulta? Simple y sencillamente son conductas adquiridas en un proceso de formación desde la infancia, pasando por la adolescencia y terminando en la edad adulta. El ser humano nunca deja de crecer en lo psicológico, a diferencia del cuerpo que tiene un periodo de caducidad, el espíritu sigue madurando día con día siempre y cuando las condiciones físicas así lo permitan.
No te sientas culpable si te das cuenta que no es del todo cierto ese TIEMPO DE CALIDAD, muchas veces no hay otra salida, pero se honesto y no olvides el motivo real de tu sacrificio al trabajar todo el día, todos los días y comparte tu tiempo libre con tu familia, con tu esposa, con tus hijos, con tus padres. El tiempo cobra factura y muchas veces es dolorosa en extremo la cuota a pagar.
De forma frecuente se preguntan los ancianos y adultos en retiro ¿Por qué mis hijos no me hacen caso? La respuesta es ¿Les hiciste caso cuando eran niños-adolescentes o solo te ocupaste de proveer cosas materiales?
Lo material caduca, expira. El que sembró raíces profundas en etapas tempranas de vida, tendrá en la vejez la fortuna de cobijarse a la sombra de un árbol frondoso e incluso podrá alimentarse de sus frutos.
Te recomiendo estas lecturas: VIOLENCIA EN LA FAMILIA y FUNCIONALIDAD FAMILIAR
Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Cancún, Quintana Roo, México. Abril del 2014
www.cbaquedano.com.mx