Hace
algunos días llegó a la consulta una paciente de 56 años de edad para su
control de Diabetes Mellitus e Hipertensión Arterial. Mientras la atendía pude
percibirla sumamente inquieta e irascible. Al preguntarle qué sucedía, me
confío que estaba muy alterada porque ya no aguanta el seguir cuidando a su mamá
mayor de 80 años, quien se comportaba como una niña berrinchuda, que no
obedecía órdenes y que no colaboraba para que se le pudiese cuidar de una forma
más fácil, ya que se por su edad avanzada y enfermedades crónicas, no era
autosuficiente. Aunado a ello, refirió no contar con el apoyo de la familia, lo
cual le causaba mayores conflictos para dedicarse a sus asuntos personales,
como lo es acudir a sus citas médicas, entre otros.
Al
valorarla encontré que tenía la presión alta, cuando había logrado estabilizarse
con el tratamiento prescrito anteriormente, mismo que había seguido de acuerdo
a las indicaciones, e incluso había bajado de peso. Dadas estas condiciones
físicas de salud y lo que ella refiere
de su estado de vida familiar, que era evidente en esos momentos ante la afección emocional significativa que
demostraba, infiero que tal alteración en su presión arterial es debida a que
dicha paciente padece el SÍNDROME DE CUIDADOR, patología silente y desgastante que muchas veces pasa inadvertida,
tanto para quien está sometido a ella como para
la familia.
Podría
citar muchos casos de pacientes con este síndrome, es decir, personas que están al cuidado de padres
ancianos, familiares con enfermedades crónicas complicadas que han dejado
secuelas, insuficiencia renal, cáncer en etapas agudas o de tratamiento con
radio o quimioterapia, enfermedades psiquiátricas, secuelas de accidentes,
niños con enfermedades congénitas que
afectan el estado neurológico, físico o que impiden la autonomía (parálisis
cerebral infantil, síndrome de Down, autismo etc.), enfermedades que no tienen
cura y que necesitan del cuidado de familiares.
La
principal característica de las personas que padecen Síndrome del
Cuidador es el agravamiento progresivo de la sintomatología
negativa, como pueden ser dolores en diferentes partes del cuerpo, fatiga
física o emocional, agotamiento, desesperación, desánimo que en ocasiones se
dispara a irritabilidad, enfermedades agudas recurrentes, ataque al estado
físico general, mismas que se originan cuando el cuidador, sin darse cuenta, poco a poco transforma su vida en la del
enfermo, al asumir los problemas de éste
como suyos, pero que al paso del tiempo le condicionan una afección en su
estado emocional que puede iniciar desde una simple depresión hasta ataques de
tipo esquizoide que causen daños graves tanto
personales así como que provoquen que los enfermos cuidados sean víctimas de
violencia.
Y es
que lo que inicia como una noble y
humanitaria encomienda, se puede convertir en una pesada carga, pues
habitualmente se deja toda la responsabilidad en una persona, ya sea porque el enfermo
cuidado se vuelva dependiente y no quiera que ningún otro familiar le cuide, o
bien el cuidador esté al tanto de los medicamentos, horarios y formas de
administración y los demás miembros de la familia lo desconozcan, o simple y sencillamente por falta de
solidaridad.
De manera
inconsciente, el cuidador del enfermo se vuelve prisionero de su propia responsabilidad,
la cual acapara toda su atención y energía al convertirse en su principal o
única prioridad, lo que conlleva a descuidarse a sí mismo en forma generalizada
y por consiguiente, se debilita su salud siendo susceptible de enfermarse. Pero
también sufre otra afectación que sin proponérselo se vuelve parte de su dinámica de vida, como
lo es el aislamiento social, ya que al no poder separarse de su enfermo deja de
acudir a fiestas, reuniones con amigos o familiares, o asistir a centros de diversión, por no considerarlo
prioritario. Incluso se ven afectados en el área laboral pues renuncian
a sus trabajos para dedicarse al cien por ciento a cuidar de su enfermo o
adulto mayor.
Cuando
en mi consulta atiendo pacientes que padecen el Síndrome de Cuidador, hago énfasis en preguntar ¿Quién o quiénes en casa pueden
ayudar al cuidado del enfermo?, con el objetivo de establecer grupos de ayuda
para el paciente, lo que es conocido como red de apoyo, que pretende distribuir
la responsabilidad del cuidado y con ello disminuirle la carga física y
emocional, que es el origen de los síntomas que presenta.
En
el caso de que los familiares que puedan integrar la red de apoyo estén
limitados para realizar el cuidado, existe la opción de contratar a personal de
enfermería especializado dedicado al cuidado de enfermos crónicos o adultos
mayores. Es entendible que no haya tiempo por situación laboral, pero se debe
apoyar al cuidador de tiempo completo.
Otro
tema que abordo con las personas que padecen el Síndrome de Cuidador es el emocional, ya que la mayoría de las veces
experimentan culpabilidad por ya no querer atender a sus enfermos, por haberlos
regañado o por no tenerles paciencia. Es importante que los cuidadores sepan
que esto que les sucede no tiene que ver con tener buenos o malos sentimientos o
con ser desagradecidos, sino que está en relación a un desgaste físico y
emocional que puede ser reversible.
Así
mismo, es importante saber las condiciones del enfermo que se cuida. Por ejemplo,
no tiene caso regañar o corregir a un adulto mayor con demencia senil o a un
enfermo con deterioro intelectual que no tiene la facultad para razonar en este
regaño, aprender o modificar su comportamiento. Es desgastante, innecesario e
inútil hacerlo.
Habitualmente
después de que un anciano discute con su cuidador, en poco tiempo se comportará
como si nada hubiese sucedido, pero el cuidador (sobre todo si tiene
enfermedades como la diabetes o presión alta) se habrá descompensado y
permanecerá molesto por un tiempo relativo pero suficiente para causar
desajustes en su estado de salud.
Desafortunadamente,
la paciencia no se vende en farmacias ni
establecimientos comerciales, pero el cuidador de enfermos debe tener
una gran cantidad de ella, pues es la que le ayudará a realizar la difícil
tarea de cuidados prolongados. De ahí la importancia de tomar descansos, relajación
y realizar actividades recreativas que permitan recargar esa paciencia tan necesaria. En consecuencia, al final de su
encomienda (ya sea por fallecimiento o traslado del enfermo) el cuidador podrá
sentirse satisfecho y tranquilo de su labor.
Una
de las funciones principales de la familia es el cuidado de los más débiles, actividad se aprende desde la infancia. Es una
enseñanza que los padres dejan en los hijos cuando éstos los ven cuidar a los
abuelos, ya que el ejemplo es más
contundente que las palabras. Y así, esta acción se repita cuando a estos hijos
les toque cuidar a sus padres ya mayores.
No es tarea fácil ser cuidador de un enfermo
terminal, crónico o especial. Por el contrario, es una gran encomienda. De tal
manera que conocer el riesgo que existe de padecer el síndrome de cuidador,
permite planear estrategias familiares que eviten padecerlo. Que el cuidador no
se enferme más que el paciente, o incluso, que no muera antes que él.
La
salud del cuidador de enfermo es importante ¡cuidémosla!
Dr. Carlos P. Baquedano
Villegas
Especialista en Medicina
Familiar
Cancún, Q. Roo, México. Enero del 2020