El
miedo es una reacción desagradable, espontánea e involuntaria propia del
individuo que se genera ante la percepción del peligro que puede desencadenar comportamientos
de angustia e incluso pánico.
Esta
reacción permite estar alertas ante
situaciones que ponen en riesgo la integridad física de una persona. Por
ejemplo, lo desconocido genera en la mente una respuesta de miedo que obliga a
ser precavidos y reservados, preservando así la propia seguridad. Sin embargo, en ciertas ocasiones, existen respuestas exageradas que en lugar de
protegernos nos exponen más al peligro, como cuando caminamos por la calle y percibimos una amenaza, en vez de correr a resguardarnos, nos quedamos
paralizados.
En
algunas especies de animales, los colores vistosos, el mostrar la dentadura o
extender membranas alrededor de la cabeza o el cuello, son características
propias cuya objetivo es generar miedo en los otros animales y servir así como
un medio de defensa o ataque.
Recuerdo
cuando niño, en el lugar donde crecí no contábamos con energía eléctrica, por
lo que papá tenía una pequeña planta que generaba energía colocada en un cuarto
de máquinas a 5 metros de la casa. Todas las noches, el generador se encendía
un promedio de 3 a 4 horas y posteriormente, a mí me tocaba ir a desconectar la
máquina; al regresar a casa sólo y caminar esos escasos 5 metros a oscuras, era
algo que me causaba mucho temor. Durante el pequeño trayecto experimentaba una
sensación de que alguien me seguía o de que se me podía aparecer un animal
peligroso o incluso un fantasma, situación que se reforzaba cuando previamente
había visto una película de terror. Este miedo desapareció sin darme cuenta,
cuando fui creciendo y mis fantasías de niño ya estaban ausentes en mi
comportamiento de adulto.
Todos
los seres humanos en algún momento de la vida hemos sentido miedo. Sin embargo,
la diferencia entre los individuos es la capacidad que se tiene de enfrentar el
miedo, así como la forma de manifestarlo. Entonces hay personas que son muy
expresivas al respecto, otras se paralizan y algunas otras experimentan una
descarga de adrenalina que los obliga a enfrentar las situaciones que les
causan temor.
En
la actualidad, durante mi desempeño profesional me encuentro con personas de
todas las edades que refieren sentir miedo ante la posibilidad de que una enfermedad se complique, a la muerte, a la
soledad, a la pareja, a la inseguridad. Y así son muchos factores que pueden
generar este sentimiento.
En
recientes fechas, se suscitó una situación de inseguridad que generó miedo
colectivo en la sociedad de la ciudad donde vivo, debido a la excesiva cantidad de información
(verdadera y falsa) que se transmitió a través de las redes sociales. Por lo
tanto, cuando no somos capaces de controlar nuestro temor, éste se convierte
gradualmente en ansiedad y puede hasta
llegar al pánico. Las personas en estas condiciones se vuelven vulnerables en
todos los sentidos. Incluso, las conductas repetitivas de pánico pueden generar
fobias o manías, condicionando así un trastorno mental en los afectados.
El
temor también se manifiesta en una conducta aprehensiva que tampoco favorece al
individuo. De hecho, las personas aprehensivas pueden llegar a ser una mina de
oro para los que ofrecen algún tipo de servicio relacionado con ese temor.
Recuerdo
que en cierta ocasión tuve como paciente a una mamá que cuando su bebé se
enfermaba, le tomaba la temperatura cada 5 minutos y se angustiaba si los
grados centígrados se elevaban una o dos rayas del termómetro e inmediatamente me llamaba para informarme de la evolución de
la temperatura del bebé. Cada vez que la veía llegar a mi consultorio, sabía que cuando menos 2 o 3 días tendría
llamadas frecuentes de ella, hasta que su bebé estuviera sano.
El
problema no es tener miedo, ya que es un sentimiento que como tal es
involuntario y la forma cómo reaccionamos depende del tipo de personalidad de
cada uno. El problema real surge cuando permitimos que el miedo se apodere de nuestra realidad y
no podamos controlarnos, al grado de alterar nuestra salud.
Por consiguiente,
lo primero que debemos hacer cuando se tiene miedo es mantener la calma, lo
cual requiere respirar profundo para oxigenar
la mente y disminuir el ritmo cardíaco, en
consecuencia, podemos mirar la situación desde diferentes perspectivas y tomar
decisiones más adecuadas. Cuando reaccionamos de forma impulsiva, corremos más
riesgo o incluso ponemos en riesgo a las personas que dependen de nosotros.
Enfrentar
las situaciones que nos generan miedo puede ser una buena solución, pues de esa
forma nos daremos cuenta de que podremos manejar y dominar la situación,
desarrollar seguridad y en una próxima
ocasión que se presente una situación igual o similar, ya no tendremos miedo.
Es válido (y a veces necesario) que nos hagamos acompañar de personas que ya
han vivido las mismas experiencias que nos condicionan miedo, pues guiados por
la experiencia del acompañante, será mucho más fácil superar esa situación. Pero
debemos tener cuidado y no cometer el
error de hacer algo peligroso para enfrentar nuestros miedos. En ocasiones es
mejor vivir con miedo, que ser un valiente al que le lleven flores a la tumba.
La
risa, la unión familiar, las actividades recreativas, el culto, el rodearse de
personas sanas, son diversas opciones para superar los miedos.
Los
niños que crecen en un hogar bien cimentado con valores, principios, sin
adicciones, libres de violencia intrafamiliar en cualquiera de sus formas, son
niños que se sienten protegidos y con una facilidad a enfrentar las situaciones
que les permitan vencer sus miedos. El crecer a niños en estas condiciones, les
permitirá ser adultos capaces de solventar sus miedos de forma fácil y a su
vez, enseñar a sus hijos la capacidad de enfrentar estas situaciones.
El
pánico es capaz de trastornar nuestra realidad y hacernos creer cosas irreales
como verdaderas. Al volverse crónico, nos puede causar graves trastornos
mentales que incluso pueden necesitar medicación.
Si
tú o las personas que te rodean perciben que el miedo es exagerado, inusual,
que afecta su funcionalidad social, laboral o familiar, es conveniente buscar
ayuda profesional con terapeutas, psicólogos o psiquiatras. Lo peor que se
puede pensar es que el individuo temeroso simula y un gran error es pensar que
echándole ganas podrá tener una solución a su problemática.
El
miedo puede salvar tu vida o la puede trastornar. No vivas preso del temor.
Dr.
Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista
en Medicina Familiar
Cancún,
Quintana Roo, México. Febrero del 2017