Las
grasas que se encuentran en la sangre
(lípidos) representan una gran fuente de energía para el organismo. Básicamente
existen dos tipos de grasas en nuestro cuerpo: Colesterol y Triglicéridos.
El
Colesterol es una sustancia grasa presente en todas las células del organismo, cuyo
mayor porcentaje se produce en el hígado; aunque existe un aporte adicional a
través de los alimentos que consumimos, como son las carnes rojas, mariscos y productos lácteos.
Sirve para formar las membranas celulares y algunas hormonas como las sexuales
o las tiroideas. Interviene en la formación de ácidos biliares esenciales para
la digestión de las grasas que consumimos. El sol convierte el Colesterol en
vitamina D para proteger la piel de agentes externos y evitar la
deshidratación. Los valores normales del colesterol en nuestra sangre son de
hasta 200mg/dl.
La
sangre conduce el colesterol desde el intestino o el hígado hasta los órganos que lo necesitan y lo hace uniéndose a partículas
llamadas lipoproteínas.
Existen dos tipos de
lipoproteínas:
De baja densidad (LDL): se encargan de transportar nuevo colesterol
desde el hígado a todas las células de nuestro organismo.
De alta densidad (HDL): recogen el colesterol no utilizado y lo
devuelven al hígado para su almacenamiento o excreción del cuerpo a través de
la bilis.
Según esta interacción podemos
hablar de dos tipos de colesterol:
Colesterol
malo: que al unirse a la partícula LDL se deposita en
la pared de las arterias y forma las placas de ateroma.
Colesterol
bueno: que al unirse a la partícula HDL transporta el
exceso de colesterol de nuevo al hígado para que sea destruido.
También existen los
triglicéridos que son un tipo de grasa presente en la sangre y en el tejido
graso de nuestro cuerpo. Su función es aportar energía al cuerpo. Comúnmente se
asocian con el colesterol para formar los lípidos del organismo, pero el aporte
principal al organismo proviene de la ingesta de carbohidratos. Las calorías
que se ingieren en una comida y que los
tejidos no utilizan de inmediato se convierten en triglicéridos y se
transportan a las células grasas para su almacenaje. Las hormonas regulan la
liberación de los triglicéridos del tejido graso de modo que cubran las
necesidades energéticas del cuerpo entre una comida y otra. Los valores
normales de triglicéridos en la sangre son hasta 150mg/dl.
La
elevación de los valores normales de colesterol y triglicéridos ponen en
peligro la salud de nuestro cuerpo debido a que permiten la formación de placas
llamadas ateromas, las cuales endurecen las arterias y disminuyen el calibre
interior de las mismas. Las arterias del corazón llamadas coronarias, cuyo
tamaño es de un hilo, son las encargadas de nutrir el musculo cardíaco, pero al
disminuir su calibre ocasionan que la sangre no llegue de forma adecuada a éstos,
lo que puede condicionar isquemias o incluso infartos.
De
igual forma, las placas de ateromas hacen que el interior de las arterias no
sean completamente lisas, por lo que al circular las células sanguíneas, las
plaquetas (trombocitos) se van adhiriendo a ellas formando trombos (coágulos)
que desprenderse pueden ocasionar un taponamiento de las arterias de menor
calibre, produciendo también infartos o isquemias.
Por
todo lo anterior, es sumamente importante que nuestros niveles de colesterol y
triglicéridos se encuentren dentro de parámetros normales.
¿Cómo
saber si tenemos altos los niveles de grasas en la sangre?
La
dislipidemia (nombre que se le da a la elevación de grasas en la sangre) no da
ningún tipo de síntoma, situación que vuelve más peligrosa la enfermedad, pero
si se encuentran factores de riesgo como obesidad, malos hábitos alimenticios,
sedentarismo o enfermedades como diabetes mellitus, hipertensión arterial entre
otras, son datos que nos pueden hacer sospechar su presencia. Sin embargo, la
hipertrigliceridemia (elevación de los triglicéridos en sangre) también se
puede presentar en pacientes delgados.
Algunos
pacientes refieren que el colesterol alto les puede condicionar mareos, que se
les muevan los dientes, la aparición de manchas en la piel de los párpados,
entumecimiento de las piernas, entre otros. Pero la mayoría de estos síntomas
sólo se perciben cuando ya se ha padecido por mucho tiempo dislipidemia y
existe afectación vascular. En períodos iniciales la única forma de saber si en
realidad se padece esta enfermedad es haciéndose un chequeo con un examen de
laboratorio.
En
nuestro país por cuestiones de tipo cultural, existe una elevada ingesta de
alimentos grasosos, harinas de trigo o maíz (tortillas, pan, tamales, atoles,
etc). Además el olor de la grasa al cocinarse es exquisito al olfato humano,
por lo que al percibirlo existe un deseo de consumir estos alimentos.
Otra
fuente de estas grasas son los mariscos. Algunos tipos de pescados como el
salmón, proveen grasa de tipo omega 3 que son benéficas para el corazón.
Existen
medicamentos los cuales son capaces de normalizar los niveles sanguíneos del
colesterol y el triglicéridos, pero únicamente deben ser prescritos por
profesionales de la salud.
Los
adecuados hábitos alimenticios y el ejercicio son la piedra angular en el
tratamiento de la dislipidemia. Si no tienes dislipidemia, cuídate. Si ya la
padeces, atiéndete y dale la importancia debida a esta enfermedad.
Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
twitter:@CBaquedano_V
Cancún, Q. Roo, México. Julio del 2012