¡Por
mis hijos daré la vida si es necesario! ¡Mientras viva, mis hijos no tendrán
necesidad de nada! Me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que en alguna
ocasión hemos escuchado estas frases en boca de papás que en su desmedido amor
por sus hijos, pretenden solucionarles o
evitarles problemas; más aún cuando son
menores de edad. Un amor así puede en
muchas ocasiones convertir a los hijos en adultos inútiles, irresponsables y en
casos extremos, delincuentes.
En
mi labor diaria, me he encontrado con adultos en fase de retiro angustiados por
que el dinero de su pensión no alcanza, debido a que tienen un hijo adulto que vive (de forma parasitaria) en
su casa y lo mantienen. Están desesperados porque ya les han dicho que se vayan
de la casa o mínimo que busquen un trabajo sin que les hagan el menor caso.
También
he visto casos de cómo el patrimonio familiar conseguido a lo largo de años de esfuerzo, se va diluyendo hasta
volverse nada; a la vez que van aumentando las deudas de los adultos mayores, poniéndose en una situación económica
comprometida cuando se vive una etapa de productividad física y laboral
limitada que no permite mayores ingresos.
Les
aseguro que ustedes conocen historias de similares características en personas
cercanas o incluso familiares.
¿Cómo
se llega a esta situación?
Desde
la infancia, a los hijos se les empieza a dar todo tipo de comodidades e
incluso lujos, sin que lo pidan y peor aún sin que lo necesiten. Esto no es del
todo malo y es respetable la decisión de cada padre respecto a lo que le da a
sus hijos. Sin embargo, no debemos cegarnos por nuestro amor de padres que nos
lleva a querer darle TODO a nuestros hijos y perder de vista una realidad: si a
los niños se les enseña a dar el justo
valor a las cosas, a ganárselas,
cuidarlas, merecerlas por su
esfuerzo, los beneficios otorgados se convertirán en una fortaleza que
favorecerá su desarrollo y autoestima. Pero, por el contrario, si se les otorga
todo sin pedir nada a cambio, los convertimos en seres egoístas, los cuales no
se preocupan de donde y como vienen los recursos. De igual forma les creamos
necesidades innecesarias, cada vez más exigentes y difíciles de satisfacer, ya
que como reciben sin dar el mínimo esfuerzo, sus expectativas no tienen límites
y tampoco temen tomar riesgos, pues se acostumbran a un nivel de vida irreal que no depende de
su propia capacidad, sino de sus padres. Por consiguiente, cuando son adultos incapaces
de continuar con ese estilo de vida pueden experimentar frustración y fracaso.
Les pongo como ejemplo a esos pajarillos que
nacen en cautiverio (hijos), viven en una jaula, reciben alimento y agua de
forma rutinaria. Si un día los dueños (papás) deciden soltarlos por cualquier
circunstancia, los pajarillos saldrán volando presurosamente, pero para encontrarse
con que no saben buscar la comida, ni proveerse de abrigo y tampoco defenderse
de los depredadores.
Una
verdad innegable es que los padres no seremos eternos. Es absurdo pensar que
viviremos para siempre. Por ello es preciso tener presente que si desde la
niñez no otorgamos obligaciones a los hijos en el rol familiar, los arriesgamos
a convertirse en pajarillos indefensos en el futuro.
Cuando los padres de forma inconsciente adoptan las
situaciones antes descritas, cometen un error que a la larga se puede revertir.
Pero también puede suceder que si se sigue considerando a los hijos adultos como seres indefensos,
como niños grandotes que necesitan apoyo en todos los problemas que se les
presenten, es un daño persistente por un amor mal entendido que cuesta mucho
trabajo revertir.
En
mis primeros años en la facultad de medicina, me enseñaron que inmediatamente
después del parto, el cordón umbilical se corta separando al niño de la mamá.
Entonces, ¿Por qué persistir con esa actitud sobreprotectora de los padres? Tal
parece que existiera un cordón umbilical invisible y persistente que impide a
los padres separarse de los hijos y viceversa, convirtiéndolos en parásitos de
los padres y a falta de éstos de algún
hermano o familiar cercano.
Comentaba
una mamá que conocí con respecto a su niño que no ayudaba en ninguna labor en
el hogar y los días inhábiles se levantaba muy tarde: -Pobre, que no se levante
y que no ayude, su única obligación es estudiar- Pasaron los años y el hijo
mencionado no aprendió a valerse por sí mismo y peor aún, no terminó la carrera
y se convirtió en una pesada carga para los papás. No basta sólo con estudiar.
Cierto es que tienen la obligación los
niños de hacerlo, pero asignarles otras responsabilidades es también en
beneficio de ellos. Decía mi padre que la vida con estudios es dura, pero sin
estudios es aún más difícil.
En
la actualidad se ha acuñado el término de jóvenes nini: Ni estudian, ni
trabajan. Personas que no han estudiado alguna carrera o que estudiaron sin una
adecuada orientación vocacional y que en consecuencia no ejercen porque no les gusta o no es factible
de ejercer en el medio donde se desenvuelven.
No
se trata de traer hijos al mundo y dejarlos en libre evolución o crianza. Se
trata de educarlos, inculcarles principios, valores, pertenencia, fortalecer su
autoestima, otorgarles apoyo a fin de que logren autonomía en sus decisiones,
afronten la consecuencia de sus actos, corregirlos con amor sin perder la dirección y autoridad, avalar
con obras y actos lo enseñado con palabras.
En
mi opinión personal, la problemática social que existe en la actualidad, la
delincuencia, la drogadicción y el alcoholismo, los embarazos en adolescentes,
la existencia de jóvenes Ninis, la violencia, son consecuencia de la pérdida de
valores y principios, de la desintegración de los hogares, dañándose la célula
principal de la sociedad que es la familia y en consecuencia a sus integrantes.
No
permitamos que el amor de padres nos ciegue en la educación de nuestros hijos.
Establezcamos roles en la familia, derechos y obligaciones, ayudemos, apoyemos,
eduquemos con amor y paciencia pero sin ser permisivos. Esa es la tarea de los
padres, formar hombres de bien, seres humanos ejemplares que honren nuestra
vejez.
Cuando
tengan oportunidad, observen un nido de pájaros, Al inicio la pájara empolla
los huevos sin dejar por ningún momento el nido. El pájaro se encarga de
proveer comida. Cuando los polluelos brotan, los pájaros alimentan de pico en
pico a las crías. Cuando ya han salido las plumas, los pájaros papás con
delicadeza los inducen con sus picos para hacerlos salir del nido y, parados
junto a ellos, los empujan al vacío para que aprendan a volar, incluso algunas
razas los acompañan en sus primeras horas de vuelo, pero después, los dejan
solos.
El
ciclo familiar es igual: Al inicio, la pareja en noviazgo se casa, tienen
hijos, los educan y posteriormente los hijos abandonan el hogar, iniciando para
los padres una etapa de retiro. Eso es lo habitual, igual al ciclo que viven
los pájaros. Procuremos entonces favorecer el ciclo familiar, a fin de que
nuestros hijos sean capaces de volar solos, buscar su alimento, defenderse de
los depredadores y honrar a su padre y a su madre.
Podemos
tener una sociedad mejor, sólo debemos retomar el rumbo en la formación de
nuestros hijos. La educación se recibe en la casa, no en la escuela. Seamos en
nuestro hogar, maestros de los niños en ejemplo y obra.
Dr.
Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista
en Medicina Familiar
Cancún,
Quintana Roo, México. Diciembre del 2015