Mary es una
pequeña de 10 años de edad, estudiante de 5to.
grado de primaria, es traída a consulta por presentar pérdida
considerable del cabello, así como cambios en el estado de humor el cual va desde
la rebeldía al llanto, peleas constantes con su hermano menor de 6 años,
problemas para conciliar el suelo y
falta de apetito. Demasiadas cosas para una niña.
Al interrogar a la mamá refiere que su esposo y papá de
Mary, es alcohólico y bebe todos los
días desde hace largo tiempo, lo que propicia que tengan discusiones constantes
entre ellos y manifieste un trato estricto y con gritos a los niños. En su afán
de encontrar solución a dicha situación, ella acudió a grupos de autoayuda para
familiares con adicciones, se integró a apostolados religiosos y consultó con
psicólogos, siendo así que de esta forma ha podido sobrellevar su vida,
dedicada a trabajar arduamente para solventar los gastos y cuidar en la medida de lo posible a sus hijos.
A Mary se le realizan estudios de laboratorio, los
cuales reportan resultados completamente
normales. Sin embargo, está baja de peso
para su edad y al interrogarla, evade mis preguntas, se le nota temor a
responder y externa datos de baja autoestima.
Hecha la valoración del caso, el diagnóstico es un
Síndrome Ansioso-Depresivo que le
condiciona la pérdida de cabello, insomnio y falta de apetito.
Para dar tratamiento al padecimiento de Mary, planteo la
siguiente problemática por la que muchos hemos pasado en algún momento: cuando
llueve y existe una gotera en casa, la solución no es colocar un bote debajo de
la gotera, pues esto es un remedio momentáneo para evitar la inundación
temporalmente; lo que se debe hacer para erradicar el problema es tapar por completo el agujero donde se
filtra el agua, el cual ocasiona la gotera. Ahora bien, en el caso de Mary, la solución no es dar antidepresivos a la niña
porque padece depresión, aunque son de gran ayuda; lo que se necesita para
combatir su estado anímico es atacar la causa que la deprime, que en el ejemplo
anterior es sellar el agujero que forma
la gotera. Por lo que es necesario evitar que la menor esté expuesta a la
violencia intrafamiliar que vive en casa, inmersa en un ambiente hostil por alcoholismo y una
relación conyugal disfuncional entre los padres, donde también la mamá trabaja
fuera del hogar. Lamentablemente esta solución no es tan fácil o práctica como
el caso de la gotera. Y de nada sirve optar
por remedios momentáneos, que por el contrario, en vez de ayudar pueden
agudizar el problema.
La depresión infantil muchas veces es inadvertida por los
padres, los cuales están tan adentrados en su propia vida con sus ocupaciones y
problemáticas que no se dan cuenta de las señales de alarma que los niños y
adolescentes manifiestan a través de sus comportamientos, hasta que dichas
señales llegan a límites extremos y sus hijos se encuentran ya en situaciones
conflictivas por malas calificaciones (deserción escolar), aislamiento
(encierro y soledad), libertinaje sexual (embarazos no deseados, enfermedades de
transmisión sexual o prostitución), vandalismo, drogadicción, alcoholismo, e
incluso suicidio. Es hasta entonces que los padres se dan cuenta de que sus
hijos no están bien.
Cabe hacer mención que los suicidios en adolescentes y
adultos jóvenes se han incrementado en las últimas décadas, según datos del INEGI pues en el 2012 en México se registraron 5,549 suicidios (19.4% mujeres y 80.6%
hombres) y de acuerdo a la OMS, en el 2012 se registró la segunda tasa más alta
de suicidio en adolescentes (15-19 años) a nivel mundial, presentándose 15
suicidios por cada 100,000 habitantes. Triste y preocupante situación que
ocurre en nuestra sociedad y que como padres de familia no debemos permanecer
ajenos a ello, ya que algún hijo puede ser parte de esas estadísticas.
Cuando una persona (sea niño o adulto) está deprimida no
lo puede ocultar, ya que de una u otra forma su conducta lo expresa, aunque no
lo diga o ni siquiera ella misma lo reconozca. La depresión desencadena muchas
situaciones de riesgo para quien la padece, por lo que los padres no debemos
minimizar cualquier cambio o circunstancia eventual en los niños y
adolescentes, al considerarlos como berrinches, actos de rebeldía o
exageraciones. Es de suma importancia escucharlos y percatarnos de lo que pasa
con ellos para percibir esas señales de alarma que no podemos dejar pasar.
A continuación presento un listado de las mismas, las cuales
pueden ser síntomas de depresión:
-Cambios en el carácter, siendo fácilmente irritable o
agresivo.
-Intolerancia a la crítica o correcciones sobre su
conducta.
-Malestares constantes que no concuerdan con su estado
físico como dolor de cabeza, dolor abdominal, dolores musculares, entre
otras molestias.
-Separarse de sus amigos habituales o evadir a los padres
e incluso hermanos.
-Pérdida del interés por lo que antes era su afición o
actividad favorita, como hacer un deporte, jugar videojuegos, etc.
-Sueño en exceso, flojera, cansancio.
-Disminución del aprovechamiento escolar.
-Reportes frecuentes en la escuela por mala conducta o
ausentismo.
-Problemas para conciliar el sueño, despertarse muy
temprano o insomnio.
-Cambio repentino de conducta.
-Frecuentar a nuevos amigos, que la mayoría de las veces
los mantiene en anonimato u oculta a sus padres.
-Ausentarse por mucho tiempo del hogar argumentando
tareas, permisos, retardos para llegar a casa, o definitivamente no llegar.
-Trastornos alimentarios que van desde el no comer
(anorexia), comer y vomitar (bulimia), hasta comer en exceso y a cada rato.
Ahora bien, los factores ambientales que pueden originar
que los niños y adolescentes padezcan depresión son:
-Violencia intrafamiliar.
-Disfunción conyugal.
-Abuso sexual.
-Alcoholismo y/o drogadicción de alguno de los miembros
de la familia, en especial de los padres.
-Encarcelamiento de alguno de los padres.
-Abandono de alguno de los padres.
-Divorcio
-Bullying
-Pérdida de credo (creencias religiosas)
-Pérdida de valores y principios
-Enfermedad grave o terminal de alguno de los integrantes
del núcleo familiar.
-Cambios bruscos en la economía familiar que conlleven a
la pobreza.
-Cambio de ciudad forzado por una situación familiar.
-Baja autoestima por ideas negativas propias o
condicionadas por los adultos.
Como padres tenemos el deber de estar pendientes de la
conducta de nuestros hijos para darnos cuenta de cualquier alteración fuera de
lo habitual, ya que podría tratarse de alguno
de esos datos de alarma (que a veces se manifiestan de forma lenta y difíciles de identificar), cuya presencia indica que pueden estar padeciendo depresión.
La única manera de notar que hay una gotera en la vida de
nuestros hijos, es conociéndolos; sólo quien conoce a sus hijos sabe cuándo
ocurre algo diferente en su diario vivir.
Como médico y padre de familia te recomiendo: platica con
tus hijos, pregúntales sobre sus proyectos, sobre sus sueños, sus ilusiones,
comparte con ellos sus aficiones, inculca valores y principios con palabras
pero avaladas con una conducta congruente entre el decir y el hacer. Conoce a
sus amigos, a sus maestros, involúcralos en actividades del hogar, de tu
trabajo (si es posible), escucha la música que les gusta sin criticarlos, el
nombre de su artista o deportista favorito, vigila en forma discreta su
desempeño en las redes sociales, hazle ver sus errores en forma privada,
conviértete en un amigo(a) al grado de ser su confidente y en ocasiones hasta su
cómplice. Incúlcales un credo sin que lo consideren una imposición, aprende a
escucharlos con el corazón más que con el oído y así evitarás emitir juicios
hacia su persona o respecto a lo que te comparta. Gánate su confianza.
No seas parte o causante de esta triste enfermedad en tus
hijos.
Dr. Carlos Primitivo Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar
Cancún, Quintana Roo, México. Diciembre del 2014
Visita mi sitio oficial: www.cbaquedano.com.mx