lunes, 1 de diciembre de 2014

Depresión en niños: una triste realidad

Mary  es una pequeña de 10 años de edad, estudiante de 5to.  grado de primaria, es traída a consulta por presentar pérdida considerable del cabello, así como  cambios en el estado de humor el cual va desde la rebeldía al llanto, peleas constantes con su hermano menor de 6 años, problemas para conciliar  el suelo y falta de apetito. Demasiadas cosas para una niña.

Al interrogar a la mamá refiere que su esposo y papá de Mary,  es alcohólico y bebe todos los días desde hace largo tiempo, lo que propicia que tengan discusiones constantes entre ellos y manifieste un trato estricto y con gritos a los niños. En su afán de encontrar solución a dicha situación, ella acudió a grupos de autoayuda para familiares con adicciones, se integró a apostolados religiosos y consultó con psicólogos, siendo así que de esta forma ha podido sobrellevar su vida, dedicada a trabajar arduamente para solventar los gastos y cuidar en la medida  de lo posible a sus hijos.

A Mary se le realizan estudios de laboratorio, los cuales  reportan resultados completamente normales. Sin embargo,  está baja de peso para su edad y al interrogarla, evade mis preguntas, se le nota temor a responder y externa datos de baja autoestima.

Hecha la valoración del caso, el diagnóstico es un Síndrome Ansioso-Depresivo que le  condiciona la pérdida de cabello, insomnio y falta de apetito.

Para dar tratamiento al padecimiento de Mary, planteo la siguiente problemática por la que muchos hemos pasado en algún momento: cuando llueve y existe una gotera en casa, la solución no es colocar un bote debajo de la gotera, pues esto es un remedio momentáneo para evitar la inundación temporalmente; lo que se debe hacer para erradicar el problema  es tapar por completo el agujero donde se filtra el agua, el cual ocasiona la gotera. Ahora bien, en el caso de Mary,  la solución no es dar antidepresivos a la niña porque padece depresión, aunque son de gran ayuda; lo que se necesita para combatir su estado anímico es atacar la causa que la deprime, que en el ejemplo anterior es sellar  el agujero que forma la gotera. Por lo que es necesario evitar que la menor esté expuesta a la violencia intrafamiliar que vive en casa, inmersa en  un ambiente hostil por alcoholismo y una relación conyugal disfuncional entre los padres, donde también la mamá trabaja fuera del hogar. Lamentablemente esta solución no es tan fácil o práctica como el caso de la gotera. Y  de nada sirve optar por remedios momentáneos, que por el contrario, en vez de ayudar pueden agudizar el problema.

La depresión infantil muchas veces es inadvertida por los padres, los cuales están tan adentrados en su propia vida con sus ocupaciones y problemáticas que no se dan cuenta de las señales de alarma que los niños y adolescentes manifiestan a través de sus comportamientos, hasta que dichas señales llegan a límites extremos y sus hijos se encuentran ya en situaciones conflictivas por malas calificaciones (deserción escolar), aislamiento (encierro y soledad), libertinaje sexual (embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual o prostitución), vandalismo, drogadicción, alcoholismo, e incluso suicidio. Es hasta entonces que los padres se dan cuenta de que sus hijos no están bien.
Cabe hacer mención que los suicidios en adolescentes y adultos jóvenes se han incrementado en las últimas décadas, según datos del INEGI pues en el 2012 en México se registraron 5,549 suicidios (19.4% mujeres y 80.6% hombres) y de acuerdo a la OMS, en el 2012 se registró la segunda tasa más alta de suicidio en adolescentes (15-19 años) a nivel mundial, presentándose 15 suicidios por cada 100,000 habitantes. Triste y preocupante situación que ocurre en nuestra sociedad y que como padres de familia no debemos permanecer ajenos a ello, ya que algún hijo puede ser parte de esas estadísticas.  

Cuando una persona (sea niño o adulto) está deprimida no lo puede ocultar, ya que de una u otra forma su conducta lo expresa, aunque no lo diga o ni siquiera ella misma lo reconozca. La depresión desencadena muchas situaciones de riesgo para quien la padece, por lo que los padres no debemos minimizar cualquier cambio o circunstancia eventual en los niños y adolescentes, al considerarlos como berrinches, actos de rebeldía o exageraciones. Es de suma importancia escucharlos y percatarnos de lo que pasa con ellos para percibir esas señales de alarma que no podemos dejar pasar.  

A continuación  presento un listado de las mismas, las cuales pueden ser síntomas de depresión:

-Cambios en el carácter, siendo fácilmente irritable o agresivo.

-Intolerancia a la crítica o correcciones sobre su conducta.

-Malestares constantes que no concuerdan con su estado físico como  dolor de cabeza,  dolor abdominal, dolores musculares, entre otras molestias.

-Separarse de sus amigos habituales o evadir a los padres e incluso hermanos.

-Pérdida del interés por lo que antes era su afición o actividad favorita, como hacer un deporte, jugar videojuegos, etc.

-Sueño en exceso, flojera, cansancio.

-Disminución del aprovechamiento escolar.

-Reportes frecuentes en la escuela por mala conducta o ausentismo.

-Problemas para conciliar el sueño, despertarse muy temprano o insomnio.

-Cambio repentino de conducta.

-Frecuentar a nuevos amigos, que la mayoría de las veces los mantiene en anonimato u oculta a sus padres.

-Ausentarse por mucho tiempo del hogar argumentando tareas, permisos, retardos para llegar a casa, o definitivamente no llegar.

-Trastornos alimentarios que van desde el no comer (anorexia), comer y vomitar (bulimia),  hasta comer en exceso y a cada rato.

Ahora bien, los factores ambientales que pueden originar que los niños y adolescentes padezcan depresión son:

-Violencia intrafamiliar.

-Disfunción conyugal.

-Abuso sexual.

-Alcoholismo y/o drogadicción de alguno de los miembros de la familia, en especial de los padres.

-Encarcelamiento de alguno de los padres.

-Abandono de alguno de los padres.

-Divorcio

-Bullying

-Pérdida de credo (creencias religiosas)

-Pérdida de valores y principios

-Enfermedad grave o terminal de alguno de los integrantes del núcleo familiar.

-Cambios bruscos en la economía familiar que conlleven a la  pobreza.

-Cambio de ciudad forzado por una situación familiar.

-Baja autoestima por ideas negativas propias o condicionadas por los adultos.

Como padres tenemos el deber de estar pendientes de la conducta de nuestros hijos para darnos cuenta de cualquier alteración fuera de lo habitual,  ya que podría tratarse de alguno de esos datos de alarma (que a veces se manifiestan  de forma lenta y  difíciles de identificar), cuya presencia  indica que pueden estar padeciendo  depresión.

La única manera de notar que hay una gotera en la vida de nuestros hijos, es conociéndolos; sólo quien conoce a sus hijos sabe cuándo ocurre algo diferente en su diario vivir.

Como médico y padre de familia te recomiendo: platica con tus hijos, pregúntales sobre sus proyectos, sobre sus sueños, sus ilusiones, comparte con ellos sus aficiones, inculca valores y principios con palabras pero avaladas con una conducta congruente entre el decir y el hacer. Conoce a sus amigos, a sus maestros, involúcralos en actividades del hogar, de tu trabajo (si es posible), escucha la música que les gusta sin criticarlos, el nombre de su artista o deportista favorito, vigila en forma discreta su desempeño en las redes sociales, hazle ver sus errores en forma privada, conviértete en un amigo(a) al grado de ser su confidente y en ocasiones hasta su cómplice. Incúlcales un credo sin que lo consideren una imposición, aprende a escucharlos con el corazón más que con el oído y así evitarás emitir juicios hacia su persona o respecto a lo que te comparta. Gánate su confianza.

No seas parte o causante de esta triste enfermedad en tus hijos.


Dr. Carlos Primitivo Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar


Cancún, Quintana Roo, México. Diciembre del 2014





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