Hace algunos años era impensable
que todo se pudiera solucionar con un Smartphone, una Tablet o una computadora.
Ahora es casi imposible (para muchos, entre los que me encuentro yo) salir a la
calle sin teléfono.
Sin embargo, como decía mi papá:
Todo exceso es malo, pero que nadie te cuente lo que es la vida sin haberla
vivido.
En la actualidad, la gran mayoría
de las personas nos hemos convertido en dependientes de la tecnología; o lo que
es lo mismo, la tecnología ha vuelto adictos a muchos de sus usuarios.
Es increíble ver como algo que se
hizo para facilitar la comunicación entre personas lejanas geográficamente y
minimizar así la distancia física, tenga como efecto paralelo separar y crear
distancia virtual entre personas que pueden
estar en una convivencia íntima y cercana.
¿Qué quiero decir con esto? Que
la tecnología ha venido a sustituir las pláticas familiares y con ello a
debilitar las relaciones interpersonales.
Es una escena muy común ver en
restaurantes, reuniones sociales, familiares e incluso laborales a más de una
persona que se encuentra aislada con el escudo mágico que le brindan las redes
sociales. Los vemos reírse solos, inclinando el cuello en un ángulo de casi 60 grados, con las dos
manos en el celular o la Tablet, sin despegar la mirada de la pantalla. Otra
imagen que se ha vuelto parte de nuestro entorno social es ver a las personas
caminando por las calles sin percatarse de lo que sucede a su alrededor por
estar abstraídos totalmente en su celular.
Cuando niño, al salir en
carretera me encantaba ver el paisaje que iba pasando frente a mis ojos, los
animales, los árboles, la gente en los
poblados, veía el cielo y formaba imágenes con las nubes; podía percibir los
olores y los sonidos del ambiente. Ahora,
los más jóvenes de la familia (y algunos no tan jóvenes), viajan viendo sus
aparatos electrónicos ajenos al exterior.
La tecnología es una excelente
herramienta para facilitar la vida cotidiana, que puede ser un arma poderosa,
pero también peligrosa. El problema es el exceso que conlleva a no
respetar las reglas básicas de cortesía y convivencia en la sociedad.
En más de una ocasión he recibido
reclamos de mi esposa cuando nos encontramos platicando y de repente el
Smartphone suena y automáticamente miro el aparato, distrayendo mi atención de
la charla que con ella sostengo ¿Es falta de interés? Claro que no, simple y
sencillamente se ha vuelto un reflejo esclavizante atender el celular de forma
inmediata.
Les presumo que pertenezco a una
red social en donde tengo más de 750 contactos, de los cuales conozco en
persona a la gran mayoría y me asombra ver lo que publican en sus muros, sus
estados de ánimo, sus alegrías, sus tristezas, sus problemas, su ego
enaltecido, su angustia. Y me sorprende porque en persona, algunos de estos contactos
no son capaces de expresar sus sentimientos de viva voz a su familia o
amistades más cercanas.
Dicen que la red social aguanta
todo lo que le pongas, lo cual es un dicho muy cierto, pues muchas personas demuestran un proceder
diferente a lo que publican. Lo verdaderamente interesante es tener congruencia
entre el vivir y el pensar y que lo que
compartas en las redes sociales sean pensamientos y sentimientos que reflejen
tu conducta habitual porque así es tu forma de ser.
Otro aspecto que debemos tener
presente es que los usuarios tenemos derecho al respeto y la libertad de
expresión. Las redes sociales son como una gran avenida en la cual todos
transitamos en igualdad de condiciones, por tal motivo es importante no olvidar
que somos seres únicos y distintos a los demás.
Para que la tecnología brinde más
bondades que defectos, en las familias como en los grupos sociales se deben
establecer reglas para el uso de los aparatos electrónicos y redes sociales con la finalidad de evitar el distanciamiento
de las relaciones interpersonales y propiciar la interacción directa.
Sin duda, estamos inmersos en un mundo en el
que los avances tecnológicos se suscitan a pasos agigantados y acaparan nuestra
atención e interés por estar presentes en las redes sociales. Sin embargo, esta
situación tan característica de la sociedad actual, afecta de manera tácita y
contundente a la familia. Es por ello que debemos darle un uso responsable y
adecuado a los aparatos electrónicos para preservar la cohesión familiar.
A continuación les presento
algunas sugerencias que pueden resultar de gran utilidad:
-Evitar usar el celular a la hora
de los alimentos. Apaguen todo, incluyendo el televisor. Las mejores pláticas y
confidencias familiares se pueden obtener a la hora de compartir los alimentos.
-No navegues en el ciberespacio
por más de una hora continua. Mucho menos lo hagas si hay visitas en casa.
-Respeta tus horas de sueño, que
por estar atento a las redes sociales las vas disminuyendo. Recuerda que como
mínimo debes dormir 6 horas al día. No hacerlo provoca serios perjuicios a tu
salud y a tu desempeño diario.
-No usar el celular cuando
manejas. Muchos anuncios sobre esto, sin embargo los accidentes viales siguen
en aumento por esta causa. No te distraigas mientras conduces. Esto puede ser
mortal.
-En reuniones sociales, el navegar por la red te permite compartir con
amigos lejanos el feliz presente que vives. Pero no olvides que las reuniones
son para eso, para reunirse y convivir con los invitados.
-En tu trabajo, en tu escuela, en
tu servicio religioso, concéntrate en lo que estás haciendo. Mantén apagado tu
celular o aparato electrónico, es la mejor forma que existe para no distraerse.
Ya tendrás tiempo de averiguar qué pasa.
Y como los puntos anteriores, tú
mismo puedes establecer reglas personales que te permitan vivir y convivir con
tu entorno.
La adicción a las redes sociales
existe, es un problema real, no es un término acuñado en el chat. Genera
ansiedad, disfunción familiar, separación, aislamiento. No permitas que tu vida
se vuelva dependiente de las redes sociales. Aprovéchalas, úsalas, sácales
provecho, pero no permitas que la adicción
cambie tu vida.
Más vale tener un amigo cercano con quien dialogar que muchos ciberamigos que sólo darán un
like a tus pensamientos o sentimientos sin profundizar en la realidad de tu
ser.
Especialista en Medicina Familiar
Cancún, Quintana Roo, México.
Enero del 2015