viernes, 1 de febrero de 2013

El Dolor, aliado de nuestro cuerpo

Una de las principales alarmas que tiene nuestro cuerpo es el dolor. Existen muchas definiciones, pero la más apegada es la siguiente:

“Experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño real o potencial del tejido”

Y es que el dolor es una sensación que aprendemos a sentir conforme la vamos experimentando. Les pongo como ejemplo a los niños que nunca han recibido una inyección, se encuentran de lo más tranquilos en los brazos de su mamá y al momento de recibir el piquete, lloran por el dolor que en ese momento perciben, sin embargo para una próxima ocasión, el dolor que alcanzan a sentir es más intenso que el experimentado inicialmente. De ahí el comentario común de los pacientes que reciben tratamiento a base de inyecciones, que siempre la última es la más dolorosa.

De acuerdo al tiempo que dure el dolor puede ser agudo o crónico. El dolor agudo es pasajero y controlable. El dolor crónico es persistente, cede a la ingesta de analgésicos, pero al pasar el efecto de estos se vuelve a presentar.

La intensidad del dolor va a estar de acuerdo al daño recibido en alguna parte de nuestro cuerpo.

¿Cómo se origina? El ser humano cuenta con nervios que transmiten de forma sensorial hacia el cerebro los estímulos que se reciben, y este último a su vez lo convierte en dolor como medida de protección.

Cuando ponemos las manos sobre una superficie caliente, puntiaguda o filosa, los nervios transmiten esta información de forma inmediata al cerebro, que a su vez la devuelve codificada como dolor a la mano, haciendo que tengamos movimientos defensivos para suspender la causa, como sería el reflejo de retirarla velozmente de los objetos que provocan la sensación de dolor.

Un paciente puede estar con una fiebre muy alta y por su cuenta empieza a tomar medicamentos o hacer medidas caseras para disminuirla, pero es hasta que empieza a presentar dolor de las articulaciones o de la cabeza cuando decide ir al doctor.

Hacer caso omiso del dolor, puede traer consecuencias que pongan en peligro nuestra vida. En los casos de apendicitis, el síntoma inicial es un dolor en el vientre el cual va aumentando de forma gradual en intensidad, acompañándose de otros síntomas como la fiebre. Si el paciente toma medicamentos que controlen el dolor y la fiebre (generalmente los analgésicos comunes sirven para las dos cosas), puede disminuir o incluso quitarse el dolor, pero el proceso infeccioso sigue avanzando, por lo que al pasar el efecto de los analgésicos, el dolor aparece con mayor intensidad, aviso inequívoco de que la infección se ha incrementado e incluso se puede estar complicando.

El dolor es uno de los síntomas más comunes de las enfermedades. Cada individuo va a tener umbrales diferentes. Existen personas que estoicamente pueden aguantar al dolor más intenso sin necesidad de tomar analgésicos por lo que decimos que tienen un umbral de dolor alto. Por el contrario, hay personas que al más mínimo dolor se sienten morir. Esto es muy común sobre todo en los varones sanos. ¿Por qué? Las mujeres están más expuestas al dolor como lo son los cólicos menstruales, los partos, etc. Por el contrario, el varón no sufre de estos problemas, de tal forma que cuando se le expone al dolor, como el que le daría una simple gripe, se siente morir.

Existen enfermedades como la diabetes, que como complicación por su evolución dan otras patologías como la neuropatía diabética. Esta enfermedad se caracteriza por dar síntomas como una hipersensibilidad del dolor que se conoce como hiperalgesia, que deriva a un dolor exquisito de forma quemante que llama alodinia y degenera en un daño al nervio que condiciona disminución del dolor (hipoalgesia). De tal forma que el paciente con neuropatía diabética puede tener infecciones, heridas, objetos extraños en los pies y no sentirlos, pero en consecuencia se genera daño a los tejidos que acaban en infecciones, gangrenas (necrosis) y cuyo tratamiento por lo general es la amputación. Este ejemplo nos muestra la importancia de percibir el dolor, pues nos permite combatir las enfermedades o daños a los tejidos desde etapa iniciales y evitar las complicaciones. Y aunque no viene al tema, es importantísimo que durante la consulta mensual de diabetes, el médico revise los pies de sus pacientes ¿Su médico no lo hace? ¿Pregúntele por qué?

Existe una rara enfermedad que se llama “Insensibilidad Congénita al Dolor”, es hereditaria, poco frecuente, y afecta al sistema nervioso autónomo que es el que controla la presión sanguínea, el ritmo cardíaco, el sudor, el sistema sensorial nervioso y la habilidad para sentir el dolor y la temperatura. Se podría pensar que estás personas son afortunadas, sin embargo no es así, puesto que al no tener estas sensaciones, corren un riesgo inminente y frecuente de sufrir accidentes o incluso la muerte, como podría ser un dolor de pecho que nos avise de un infarto y no darse cuenta.

Cuando te has cortado un dedo, ¿no te sucede que te vuelves a golpear siempre en el mismo lugar? La explicación es la siguiente, al sufrir una lesión las terminaciones nerviosas se excitan y quedan más sensibles, por eso es que percibimos más dolor en las áreas dañadas, de tal forma que se mi golpeo con la misma intensidad en otro lugar no dañado, se percibe menos o nada de dolor.

También hay lesiones que pueden dañar a los nervios e impedir el envo de información al cerebro que se traduzca en dolor como lo son las quemaduras de 3er grado. Mientras más profunda sea la quemadura, más daño a los tejidos y nervios se genera. Es por eso que las quemaduras superficiales de 1ero y 2do grado son más intensas en dolor.

Pensar que no tener dolor es una bendición, es un concepto sumamente erróneo. Desde que nacemos experimentamos dolor y en el transcurso de nuestra vida el dolor nos acompaña, siendo una alerta muy importante para nuestro estado de salud.

 

 
Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
twitter:@CBaquedano_V



Cancún, Q. Roo, México. Febrero del 2013

www.cbaquedano.com.mx