domingo, 1 de noviembre de 2015

ENFERMEDADES IDIOPATICAS

Hace unos días, tuve la oportunidad de atender a una adolescente de 13 años de edad, la cual me llevó su papá al consultorio porque tenía pérdida del cabello importante desde hace más de 3 meses. Previamente había consultado con 2 médicos los cuales le habían recetado cremas para hongos de forma infructuosa.

Al revisar a mi paciente, encontré en la parte posterior de su cabeza, 2 áreas confluentes de forma circular, cada una con aproximadamente 5 centímetros de diámetro y pérdida total del cabello, con la piel cabelluda completamente lisa.

El diagnóstico era evidente a simple vista: ALOPECIA AREATA. Sin embargo, me llamó la atención el hecho que la paciente contestará mis preguntas con monosílabos y en tono bajo de voz. De igual forma, pude observar que presentaba datos de ONICOFAGIA (comerse las uñas) lo que me llevo a cuestionarla de la siguiente manera: ¿todo está bien en la escuela? Ella respondió que sí. También le pregunté si tenía algún problema y me dijo que no. No conforme le pregunté ¿Tus papás se pelean continuamente? ¿Hay violencia en tu hogar? ¿Alguno de tus padres ingiere alcohol de forma frecuente? Irrumpió en llanto y contestó afirmativamente. Al darme cuenta de lo que sucedía seguí interrogando a la paciente y encontré a que tenía una depresión severa, incluso con ideación suicida (el paciente siente deseos de morir o ha pensado quitarse la vida). Desde su asiento, el papá al escuchar esto, abría los ojos desmesuradamente y en silencio empezó a llorar. Lamentablemente, una situación muy triste que cada vez es más frecuente.

En muchas ocasiones, nuestro modo de actuar, tiene efectos negativos e importantes en las personas que nos rodea y les causamos un daño a veces irreparable sin percatarnos de ello.

El pensar que nuestros hijos son demasiado pequeños para percibir las diferencias que existen entre los esposos, de la violencia familiar, de las discusiones, es un error frecuente en el cual los padres caemos y que convierten a nuestros hijos, inicialmente en víctimas de nosotros y después en víctimas de ellos mismos.

¿Por qué digo esto? Les explico: Un niño que está sometido a estrés constante, producto de factores como alcoholismo, drogadicción, violencia intrafamiliar,  se va forjando un carácter inseguro con autoestima baja, una vida falta de valores, que al ir creciendo y ser adolescentes, lo convierten en un joven rencoroso, con odio, frustrado e infeliz que se vuelve presa fácil de la delincuencia, uniéndose a pandillas o a otros jóvenes con quienes se identifica al tener la misma problemática. De ahí se pueden derivar una serie problemas escolares como: bajas calificaciones, reportes por mala conducta, tabaquismo, ingesta de alcohol, uso de drogas, embarazo en adolescentes, delincuencia en escala ascendente e incluso la cárcel.

¿Suena dramático? ¡Es dramático! Por orden natural de las cosas, sabemos que el árbol de naranjas da naranjas y no limones. De tal forma es de esperarse que si el niño está inmerso en toda esta problemática en su núcleo familiar, tenga un alto grado de riesgo de convertirse en un individuo nocivo para la sociedad e incluso para sí mismo.

Y no sólo el entorno social es importante. Muchas enfermedades como la descrita inicialmente tienen su origen en una dinámica familiar dañina para el sano desarrollo del adolescente, la cual le ocasiona alteraciones en su estado de salud física, sin observa la causa real de su origen, y aunque vinculamos factores de riesgo ambientales y sociales a su aparición, no podemos asegurar que sean la fuente principal de las mismas. Dichas patologías se conocen como ENFERMEDADES IDIOPATICAS y se definen como una enfermedad de causa desconocida.

Entonces ¿Cómo podemos afrontar esta situación? ¿De qué se trata? ¿De ocultar a nuestros hijos los problemas de pareja o hacer como que no pasa nada en una paz barata que a la larga va estallar como una olla de presión? No, no se trata de eso. Se trata de no hacer partícipes a los hijos de los problemas de los padres y resolverlos como adultos. Sin involucrarlos, sin convertirlos en abogados de alguna de las partes o como escudo para prevenir consecuencias.

En la actualidad, nuestra sociedad adolece una severa falta de valores y principios que se traduce en violencia, delincuencia, inseguridad, divorcios, incremento en el índice de adicciones, embarazos en adolescentes. Como consecuencia, la familia, célula principal de la sociedad, queda subestimada como algo desechable y de escaso valor.

Poco a poco, sin darnos cuenta, creyendo que la modernidad justifica los cambios radicales en los que estamos inmersos, la institución de la familia se ha contaminado por la falsa creencia de que lo moderno es lo mejor ante nuestras tradiciones buenas costumbres sean vulneradas. Está idea que en ocasiones puede resultar tan negativa, se infiltra en una familia como la humedad que de forma silente se va apoderando de las alfombras hasta llegar a un estado de putrefacción.

Para identificar un problema es necesario conocerlo, pues los ojos no ven lo que el cerebro no conoce. Por lo tanto, te propongo identificar cuál es tu dinámica familiar. Para ello observa el comportamiento de tus hijos, conoce sus compañías, analiza la relación con tu pareja, pregunta a los que te rodean e incluso a ti mismo cuáles son sus temores, errores y aciertos. Una vez que tengas claro este panorama, encuentra las áreas de oportunidad que a tu alcance tienes para solucionar los problemas identificados.

Algunos autores y doctos en estos temas recomiendan contar la historia de tu vida y de la relación con tu pareja a los hijos, platicar de las travesuras de la infancia, de sus logros, aciertos, temores. Volverse amigos para crear un ambiente familiar propicio a la confianza. Elimina tus excesos. Mejora tu salud cambiando tus hábitos alimenticios y de ejercicio, pero involucrando a los demás miembros de la familia.

Si eres hijo, comenta este artículo con tus padres y hermanos. Si aún  no los tienes, ten en cuenta este texto para cuando llegue el momento y si tus hijos ya han crecido  o nunca los tuviste, comparte esto con tus seres queridos.

Parece increíble, pero desconocer este tipo de situaciones en el desarrollo familiar, puede conducir a situaciones difíciles como es el suicidio. Un adolescente con ideación suicida, tiene un alto riesgo de quitarse la vida en relación a un adulto con esta misma problemática. El adulto lo intenta más veces hasta conseguirlo. El adolescente es letal y certero en su intento.

Recuerda que para que una sociedad sea sana, se necesitan familias sanas en sus esferas biológica, psicológica y social, lo cual inicia en los valores y principios que se inculcan en ellas.

Es posible tener una vida buena, sólo es cuestión de afrontar con entereza y valor la adversidad.

En resumen, lo quiero transmitirte es que la dinámica familiar alterada o pertenecer a una familia disfuncional  pueden ser el origen de las enfermedades idiopáticas en cualquiera de sus miembros.

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Quintana Roo, México. Noviembre del 2015

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