En esta ocasión no vamos hablar
de síntomas, tratamientos, complicaciones u otras situaciones que están
relacionadas con el quehacer médico. Por el contrario, haremos referencia al
quehacer de las personas para que no lleguen al médico, que al cuidarse a uno
mismo es posible cuidar a los demás.
Es increíble ver que a pesar de
todo lo que hemos vivido con el virus del SARS-CoV-2 aun existan personas que
piensen que la nueva normalidad es una exageración o crean que el covid-19 no
es tan grave y se trata de un simple catarro. Es criminal no cuidarse por
pensar que no pasa nada.
Después de tantos meses de
aislamiento social, como medida drástica para frenar el avance del coronavirus,
durante los cuales un gran porcentaje de la actividad económica se paralizó, estamos
ahora ante un panorama en el que la sociedad afronta la cruda realidad de ver cómo
los ahorros se van acabando, de no tener o estar disminuidas las fuentes de
ingresos económicos. Esto ha sido un detonante para que muchas personas tengan
que salir a trabajar aun en condiciones adversas, situación que admiro con
mucho respeto, pues arriesgan su salud a fin de proveer a su familia.
Pero también está el lado opuesto
de la moneda. La irresponsabilidad es visible en una gran mayoría de gente, que
desatendiendo a las indicaciones andan por la calle sin cubrebocas, sin
respetar la sana distancia, o hacen caso omiso a la disposición sanitaria
actual de permanecer en semáforo naranja que sólo permite salir a la calle a
realizar actividades esenciales.
En el ir y venir de cada día para
cumplir mis actividades laborales, así como los fines de semana atendiendo a
mis deberes familiares, me ha tocado observar familias con niños que asisten a
tiendas de autoservicio, centros comerciales, comercios formales e informales,
o tianguis, únicamente con el cubrebocas mal puesto y omitiendo las medidas
sanitarias necesarias. Cabe destacar que los niños son por naturaleza inquietos,
por lo que es muy fácil que se contaminen al manipular toda clase de objetos y
superficies, e involuntariamente se toquen el rostro ante la incomodidad del
cubrebocas. Y pensar en ponerles guantes no es una buena idea para protección
en estos casos.
El cubrebocas parece ser un
objeto muy fácil de usar. Pero es de suma importancia darle el uso correcto
para que cumpla su función. De lo contrario, se convierte en un agente
altamente nocivo para la salud, ya que favorece el contagio del virus. Para que
un cubrebocas sea una barrera protectora es preciso que cubra completamente los
orificios nasales hasta la barbilla y extendido de oreja a oreja; una vez
colocado con las manos bien desinfectadas, no debe quitarse y ponerse o
llevarlo por debajo de la quijada. En casa, los que son lavables, debe
resguardarse en un lugar libre de contaminación, mantenerlo limpio y no
intercambiarlo. Aunque su uso continuo puede resultar incómodo, lo adecuado es
llevarlo puesto desde el momento de salir de casa y retirarlo al regresar para
evitar manipularlo, lo cual de ser necesario debe hacerse con mucho cuidado e
higiene. Se desecha poniéndolo en una bolsa de plástico y se tira a la basura. También
hay que tener en cuenta que, si el cubrebocas está contaminado, al tocarlo para
retirarlo o acomodarlo puede contaminar las manos y luego, éstas trasportar el
virus hacia algún objeto, otra parte del cuerpo o al tocar a otra persona.
Mentir es otra práctica que puede
resultar peligrosa para el cuidado de la salud, como cuando se omiten síntomas
con tal de no dejar de trabajar o por el temor a ser hospitalizado. Así mismo
se miente cuando llegas con el cubrebocas en la bolsa del pantalón o en el
bolso de mano y lo sacas para poder entrar a un lugar que exige su uso de forma
obligatoria, pues al manipular ese cubrebocas, estás contaminando tus manos,
peor aún si ese cubrebocas ya tiene muchas horas de uso, incluso días.
También propagar rumores o
aseveraciones infundadas es una práctica peligrosa, como cuando dicen que en
los hospitales asesinan a los pacientes de Covid-19, que si te hospitalizas
únicamente saldrás en forma de cenizas, que intubarse significa muerte
irremediable, que los termómetros destruyen las neuronas, que dañan la piel y
así como esto, afirmaciones que no son ciertos pero que sí causan en la
población un temor que les impide cuidarse o recibir atención médica oportuna.
La ignorancia (en el estricto
significado de esta palabra) es el factor más importante y peligroso para la
complicación de cualquier enfermedad. Por eso debemos estar atentos a los
expertos en el tema y no dar credibilidad a los que hablan de todo y nada
saben, diciendo discursos categóricamente, pero faltos de sustento científico.
Les comparto un caso que me tocó atender
y engloba algunos de los aspectos antes mencionados.
Se trata de un paciente masculino
de 67 años, hombre de campo que vive en la ciudad de lunes a viernes por su
trabajo de mantenimiento y jardinería y los fines de semana se traslada a su
población de origen. Llega al consultorio de enfermedades respiratorias con
síntomas de fiebre, dificultad y dolor al respirar de una semana de evolución.
Refiere que venía a consulta por indicación de su jefe quien le dice que no
puede trabajar si no es médicamente valorado. Al interrogarlo, comenta que
desde hace una semana se ha sentido mal, con síntomas respiratorios que se ha
controlado con tés de hierbas según es su costumbre. Que el fin de semana
convivió en su pueblo con la familia, que no usan cubrebocas porque es incómodo
y una exageración. También relata que viajó de su pueblo que está a 90 minutos
de la ciudad, en una camioneta de transporte colectivo, en la cual la mayoría
de los pasajeros no tenían cubrebocas. Al revisarle encuentro que tiene datos
de neumonía y una saturación muy baja de oxígeno que amerita ingreso a
hospitalización. El paciente rechaza esta indicación argumentando que, si entra
al hospital, lo van a intubar y de ahí sólo saldrá como cenizas. Después de
explicarle los riesgos de las condiciones en las que se encontraba, el paciente
accede a ser trasladado y fue hospitalizado.
Si analizamos este caso, podemos
observar cómo el desconocimiento de esta persona propició que su salud se
complicara al no atenderse a tiempo y recibir el tratamiento que necesitaba,
aunado a esto, que contagiara a su familia y que pusiera en peligro a todas las
personas con las que convivió.
Cuidándome te cuido y si te
cuido, me cuido.
Pareciera un juego de palabras o
un trabalenguas. Sin embargo, dicha frase describe la realidad del mundo de
hoy. Estamos inmersos en un círculo vicioso en el que el cuidado de mi salud
repercute en la salud de los demás y a su vez, la salud de los demás repercute
en mi salud. Entonces si yo quiero estar bien, debo procurar que los demás
también lo estén. Así es como cuidándome cuido a los demás y si yo cuido a los
demás me estoy cuidando a mí mismo.
Esto lleva a reflexionar en qué radica
realmente el cuidado de la salud. Que no es descubrir el hilo negro, pues todos
sabemos que cuidar la salud consiste en actuar con responsabilidad, tener disciplina
y dominio de sí mismo, tres valores que en el día a día permiten tomar
decisiones que preservan la salud.
En la actualidad, la pandemia
causada por el covid-19 ha llevado a fijar la atención en la necesidad urgente
de que estos valores predominen de manera consciente en la conducta de las
personas. Las autoridades de salud y gubernamentales se han desbordado a través
de los medios de comunicación, en crear conciencia entre la población de lo
determinante que es asumir la nueva normalidad como un estilo de vida para
poder superar la crisis mundial que nos tiene atrapados.
Las medidas precautorias son del
conocimiento público: lavarse las manos, usar cubrebocas sin manipularlo,
aplicarse gel antibacterial, utilizar careta o máscara, no saludar de mano,
beso o abrazo, no congregarse en grandes grupos, respetar la sana distancia,
evitar el reloj, aretes, collares u ornamentos corporales, usar gorro o
sujetarse el cabello, no comer en la calle, no utilizar las manos para
estornudar y muchas otras más indicaciones en esta NUEVA NORMALIDAD que nos
toca vivir en la actualidad, indicaciones que nos agobian y por hartazgo
dejamos de cumplir a pesar de en estos momentos la pandemia de COVID-19 se
encuentra en nuestro país en un pico muy alto de contagio.
Es responsabilidad de cada uno de
nosotros luchar por el control de esta enfermedad, la cual no va a desaparecer
mágicamente o de forma espontánea. Esa responsabilidad extiende sus beneficios
a los más vulnerables de nuestro hogar, de nuestra sociedad.
La salud es un derecho, pero
cuidarla es compromiso de todos.
Especialista en Medicina
Familiar
Cancún, Q. Roo, México. Julio del 2020
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