El hígado graso, o esteatosis hepática, es una enfermedad asintomática en
sus etapas iniciales, la cual es cada vez más frecuente por su asociación a la
obesidad.
Pero antes de hablar de esta enfermedad, conozcamos al hígado.
El hígado es una glándula mixta que tiene funciones tanto endocrinas como exocrinas;
es la más grande del cuerpo, la cual se encuentra situada en la parte superior
derecha del abdomen, debajo del diafragma y por encima del riñón derecho y los
intestinos. Está formado por dos lóbulos, el derecho y el izquierdo, que a su
vez están conformados por miles de lobulillos o tubos que se van conectando a
otros más grandes para formar el conducto hepático común. Este conducto
hepático, transporta la bilis hacia le vesícula biliar y el duodeno.
El hígado es un órgano de color
marrón rojizo que tiene múltiples funciones que permiten el desarrollo
armonioso de nuestro organismo preservando la salud.
Dicho órgano se encarga de producir y transportar la bilis, misma que forma
parte de los jugos gástricos que se utilizan para digerir los alimentos. La bilis
debe su color amarillo a la bilirrubina que es producto de la desintegración de
los glóbulos rojos.
También metaboliza los carbohidratos, grasas (lípidos) y proteínas del
cuerpo para convertirlos en energía.
Además, tiene funciones de almacenamiento del hierro, glucógeno y
vitaminas. De igual forma, sintetiza la urea a partir del amonio.
Como podremos observar, el hígado tiene importantes funciones de
desintoxicación, desecho y productor de energía en nuestro cuerpo.
El hígado graso, afectación que sufre este órgano, se presenta por la
acumulación de células grasas en el hígado que le causan una inflamación
crónica que puede condicionar endurecimiento del mismo y producir enfermedades
como la cirrosis, fibrosis o tumores hepáticos.
Puede ser de origen alcohólico (por el consumo en exceso de alcohol), o
bien, o no alcohólico.
Cómo ya mencioné, al principio el hígado graso es asintomático, pero con el
paso del tiempo puede presentar síntomas sutiles como dolor abdominal leve y
cansancio.
Su diagnóstico habitualmente es fortuito y se realiza con ultrasonido
abdominal, aunque también, la alteración de las funciones hepáticas por
elevación de transaminasas y bilirrubinas nos pueden hacer sospechar de su
presencia.
Las transaminasas o aminotrasferasas, son enzimas que se encuentran en el
hígado, los músculos, los riñones y el corazón. Su función es transferir un
grupo amino de una molécula a otra. El hígado utiliza las transaminasas para
sintetizar y descomponer aminoácidos, con la función principal de convertir
moléculas para el almacenamiento de energía. Las concentraciones de estas
enzimas en sangre son generalmente bajas, pero ante ciertas patologías pueden
aumentar y servir como marcador para el diagnóstico temprano.
Existen condiciones de salud que se asocian con la presencia del hígado
graso como lo es la obesidad, diabetes mellitus, dislipidemia metabólica
relacionada con los lípidos y colesterol, pérdida rápida de peso, el uso de
ciertos medicamentos (como los glucocorticoides o cortisonas) y/o la exposición
a petroquímicos.
La clasificación de Brunt, es una escala que se utiliza para catalogar el
hígado graso en base a la presencia de grasa, la inflamación hepática y la
fibrosis hepática.
Tomando como parámetro la presencia de grasa (esteatosis) se clasifica en
Grado 0 (no esteatosis), Grado 1 (menos del 33 por ciento), Grado 2 (del 33 al
66 por ciento) y Grado 3 (más del 66 por ciento).
Mientras más alto es el grado, mayor inflamación y en consecuencia mayor
riesgo de fibrosis o endurecimiento del hígado, mismo que provoca una
disminución de sus funciones.
Hecho el diagnóstico, es de suma importancia modificar el estilo de vida y
los hábitos alimenticios a fin de tratar de revertir este problema.
Se recomienda bajar de peso con una dieta balanceada, baja en grasas de
origen animal y carbohidratos, ejercicio aeróbico ininterrumpido por 30 minutos
como mínimo, todos los días. Mejorar los niveles de colesterol, glucosa y la
presión arterial, así como evitar el consumo de bebidas alcohólicas o altas en
azúcares, y medicamentos como los esteroides.
Existen sustancias que pueden coadyuvar en el tratamiento del hígado graso
como la silimarina, también llamada silibinina o la ademetionina, fármacos que
bloquean la captación de sustancias tóxicas (como amatoxina, que es la
principal toxina de Amanita phalloides) por las células del hígado,
consiguiendo la reducción de la concentración de sustancias tóxicas en las
células hepáticas y, por tanto, su toxicidad.
Cabe recalcar que estas sustancias ayudan, pero no son mágicas y es
totalmente necesario cambiar hábitos alimenticios y evitar el sedentarismo,
pues de lo contrario, aun utilizando estos medicamentos, la enfermedad puede
seguir aumentando, provocando inflamación crónica y fibrosis que pueden derivar
en las enfermedades hepáticas ya mencionadas previamente (cirrosis, fibrosis o
tumores hepáticos), que a su vez derivan en una insuficiencia hepática, la cual
es una etapa terminal en la que el hígado falla presentando elevación de la
bilirrubina y transaminasas, así como trastornos de coagulación.
También se puede presentar una hipertensión portal (aumento de la presión
en la vena porta, que es una vena que pasa por el hígado) y que a su vez
condiciona várices esofágicas que al romperse causan sangrado de tubo digestivo
alto.
Si tienes sobrepeso u obesidad, malos hábitos alimenticios, enfermedades
crónico degenerativas como la diabetes o hipertensión arterial, ingesta de
alcohol, es importante acudir a una revisión médica preventiva, que implicará
la realización de estudios de laboratorio y ultrasonido abdominal.
Recuerda, más vale una detección oportuna que una complicación irreversible
¡Acude a tu médico!
Dr. Carlos Primitivo Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar
Cancún, Quintana Roo, México. 01 de marzo del 2025