El cuerpo, una máquina maravillosa que tenemos la obligación de mantener en buen estado.
Me resulta increíble recibir en la consulta a pacientes que llevan más de
10 años sin acudir al médico. Y me pregunto: ¿Cómo es posible que te preocupes por
llevar tu auto al servicio cada 5 o 10 mil kilómetros y con tu cuerpo no tengas
ese cuidado?
Bajo el argumento de que no me siento mal o no estoy enfermo, las personas
no acuden a un chequeo anual rutinario. También puede ser por desidia, ahorro
mal entendido, temor a enterarse de que está enfermo o por estarse
automedicando.
Sea cual sea la causa, no acudir al médico de forma rutinaria o atendiendo
las señales del cuerpo, es un gran error.
Desde que nacemos, nuestro cuerpo empieza a envejecer, a presentar cambios a
nivel celular, como lo es la Apoptosis que consiste en un proceso natural de
muerte celular programada que el cuerpo utiliza para eliminar células
innecesarias o anormales. Se trata de un tipo de muerte activa a lo largo de
toda la vida que involucra la utilización de energía, actividad metabólica y,
en ocasiones, síntesis proteica.
Es por eso que debemos estar vigilantes de los indicios que nuestro cuerpo manifiesta
y asumir una actitud preventiva que nos permita gozar de buena salud y, en
consecuencia, tener una mejor calidad de vida.
En muchas ocasiones he atendido pacientes que iniciaron con síntomas leves,
los cuales no tomaron en cuenta, los minimizaron, se automedicaron, decretaron
que no tenían nada, pero simple y sencillamente los dejaron avanzar.
Cuando escucho esas respuestas, les pregunto: Si vas por la carretera y te
percatas de un ruido anormal en tu auto, ¿lo solucionas subiendo el volumen al
equipo de sonido? Creo que no, porque sabes que ese ruido puede significar una
descompostura que te pone en riesgo, o bien, si sigues avanzando el problema se
complica y la reparación puede ser más costosa e incluso, en ocasiones,
irreparable.
Y es que el cuerpo avisa. Nadie mejor que uno mismo conoce el
funcionamiento de su cuerpo y se puede dar cuenta perfectamente que algo no
está funcionando bien. sin embargo, al paso de unos días pudiera ocurrir que
desaparecen las señales espontáneamente. Ante ello, no te distraigas pensando
que ya pasó, que no fue nada y que todo está bien, por el contrario, mantente
alerta y encuentra la causa de lo que te sucedió.
Pongo por ejemplo el caso de un paciente masculino que acude a consulta
refiriéndome que, al momento de defecar, veía sangre en sus heces fecales, sin
presencia de dolor o algún otro síntoma. Al preguntarle cuánto tiempo tenía con
esta situación, me responde que hace más de 10 años y que no había acudido a
consultar porque pensaba que era normal, además que como no le dolía, pues no dedicaba
tiempo para recibir atención médica. Este caso finalizó en un cáncer de colon
avanzado que desafortunadamente tuvo un desenlace fatal.
Haciendo un análisis de la enfermedad de este paciente, pensé que cómo
podía ser posible creer que un sangrado del tubo digestivo bajo se considere
normal. Si él hubiese acudido desde el inicio de los síntomas, probablemente
seguiría vivo.
Cabe recordar que el cuerpo nos manda alertas, pero a veces las ignoramos o
mal interpretamos, al pensar de manera coloquial que se trata de estrés,
cansancio o falta de vitaminas.
El dolor en una de las alarmas más poderosas con las que el cuerpo cuenta y
dependiendo de su intensidad es la prioridad con que nos indica acudir al
médico.
Es muy común automedicarse con medicamentos para el dolor o en casos
peores, incluso usar antibióticos por juzgar que son necesarios, pero esto es
peligroso, ya que puede enmascarar síntomas y complicar las enfermedades.
Por eso es importante estar alertas ante la presencia de dolor, sobre todo
cuando éste es persistente o poco controlable con analgésicos. Considerar que
es normal o que se me va a pasar, es un pensamiento equivocado.
¿Te ha pasado que cuando sufres una herida en alguna parte del cuerpo, es
justo ahí donde te golpeas nuevamente?
La explicación es que, al tener un área afectada, el cerebro tiene
vigilancia estrecha de ese lugar y por tal motivo experimentas esa sensación de
que ahí te vuelves a golpear ante cualquier roce o contacto.
Pero también existen enfermedades que no dan síntomas de ningún tipo y
hasta en momentos de gravedad o de forma fortuita es que se hacen evidentes.
Un ejemplo de esto es la Hipertensión Arterial Sistémica, que consiste en
la elevación de la presión arterial, la cual puede cursar por mucho tiempo
asintomática, pero es en momentos de Crisis Hipertensiva que manifiesta dolor
de cabeza, ruidos en los oídos y visión con luces brillantes. Una Crisis
Hipertensiva que no se atiende, se convierte en una Urgencia Hipertensiva en
donde ya se comprometen órganos como el cerebro, el corazón o los riñones. Esta
urgencia puede llegar a ser mortal.
Más común es que, de forma asintomática, se curse con una elevación de la
grasa en la sangre, enfermedad conocida como Dislipidemia y que se caracteriza
por la elevación del Colesterol, Triglicéridos o ambos.
La Dislipidemia puede padecerse por largo período sin que se presente
ningún síntoma, pero con el paso del tiempo, esta elevación de grasa en la
sangre produce que dentro de las arterias se formen placas duras llamadas
Ateromas que, al crecer gradualmente, aumentan el riesgo de sufrir infartos o
embolias.
Los Ateromas reducen el calibre de las arterias, volviéndolas más rígidas y
estrechas, lo que hace que cambie la morfología del vaso sanguíneo que, de ser liso,
se convierte rugoso e irregular, como un camino pedregoso, que ocasiona que el
paso de la sangre por estas arterias sea más complicado.
Si alguna placa de Ateroma se rompe y desprende, viaja a través del
torrente sanguíneo hasta arterias más pequeñas, obstruyendo el paso y
condicionando embolismos o taponamiento. Al no tenerse flujo de sangre, los
músculos o tejidos sufren isquemias o infartos.
Como podemos darnos cuenta, es indispensable estar pendientes de las
alertas de nuestro cuerpo y mejor aún, acudir de forma periódica a un chequeo médico,
aunque pienses que estás sano.
Esta revisión médica se recomienda en los adultos a partir de los 25 años
de edad, una vez al año. Consiste en el examen físico, análisis de laboratorio
y estudios de gabinete acordes a tus factores hereditarios o de riesgo.
No ahorres en tu salud, por el contrario, invierte en ella. Tú eres el
responsable de tu cuerpo, ¡cuídalo y previene!
Dr. Carlos Primitivo Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar
Cancún, Quintana Roo, México. 01 de Diciembre del 2024
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