Hace
algunos días me sucedió una experiencia difícil que desafortunadamente es muy
común en los tiempos actuales que como sociedad nos toca vivir.
Resulta
que un jueves por la tarde cuando me dirigía al trabajo, pasé a una tienda de conveniencia
a comprar una botella de agua. Justo en el momento que me tocaba pagar, estando
de espaldas a la puerta principal, entraron dos individuos armados para asaltar
el establecimiento.
Los
delincuentes nos apuntaron con pistolas, separándome del resto del grupo por
ser el único hombre adulto. Todo el tiempo que duró el atraco, uno de ellos me
apuntaba con el arma a una distancia menor a metro y medio, le temblaba la mano
con la que sujetaba la pistola mientras me daba órdenes a gritos, traía los ojos
rojos y un sudor profuso, signos de que estaba intoxicado con alguna droga.
La
situación fue de extremo peligro y al ver lo alterado que estaba el ladrón
pensé: A éste se le va a escapar un tiro y me va a matar. Sin embargo, sacando
fuerzas de mi interior, no perdí la calma y me mantuve ecuánime.
Posteriormente, los asaltantes nos encerraron en la bodega de la tienda y
huyeron. Es así como salimos para hablar con la policía, que ya estaba ahí.
En el
momento de hacer las declaraciones, empecé a temblar de una manera
incontrolable y no pensaba con claridad. Al darme cuenta de esto, respiré
profundo, tomé agua y poco a poco recuperé la calma para concluir mi testimonio.
Enseguida me retiré de la tienda para
continuar hacia el trabajo como si nada hubiera pasado.
Durante
las consultas varios pacientes me preguntaron si estaba bien e hicieron comentarios como que me veía pálido
y notaban una expresión diferente en mi semblante. Escuchaba lo que me decían
sin darle mayor importancia, pues en realidad no experimentaba malestar alguno,
me sentía bien, por lo que realicé mi trabajo sin ningún contratiempo, más que
unos minutos de retraso al inicio.
Por
la noche, en casa le platiqué a mi familia lo que me había sucedido, pues
aunque ya les había informado por teléfono, ahora les narré a detalle la amarga
experiencia que tuve. Reviví aquellos momentos
tan difíciles y nuevamente empecé a temblar, a ponerme nervioso. Para no
alargarme más en este relato, les comento que
así estuve casi 48 hrs, con un
sueño difícil de conciliar y frágil, falta de concentración y un dolor muscular
intenso.
Los
síntomas y el malestar que experimenté después del estresante evento, reciben
el nombre de shock
postraumático, también conocido como trastorno de estrés
postraumático.
Está
patología aparece en personas que han sufrido o vivido un episodio dramático en
su vida: asalto, violación, secuestro, accidentes, ataques terroristas,
tiroteos, guerras, derrumbes, muertes violentas o inesperadas de seres queridos
o cercanos, incendios, encarcelamientos, pérdida inesperada del trabajo o
patrimonio, fenómenos naturales como huracanes, temblores, inundaciones, o
cualquier otro suceso que se caracterice por ser dramático e imprevisto.
Es
importante recalcar que cada individuo tiene una respuesta diferente en las
situaciones antes descritas y que no todos presentan la misma intensidad
postraumática, ni el tiempo de duración de la misma, incluso hay personas en
las que no se les presenta este trastorno.
Hasta
el día de hoy, los especialistas en esta rama (psiquiatras) no saben a ciencia
cierta el por qué los individuos responden de diferente manera, pero se cree
que la cuestión genética y la situación familiar son factores determinantes en
la aparición de esta patología. De igual manera, el antecedente de traumas
emocionales del pasado aumenta el riesgo de padecer este trastorno después de
un acontecimiento reciente.
El
término estrés, tiene sus raíces de la palabra en latín STRIGERE que significa
provocar tensión. Durante un evento agudo de estrés, nuestro cuerpo libera unas
sustancias que se llaman ADRENALINA y NORADRENALINA (sustancias llamadas
catecolaminas) que provocan aumento de los latidos cardiacos (taquicardia), la
frecuencia respiratoria (taquipnea), la sudoración (transpiración profunda o
diaforésis), los niveles de glucosa en la sangre (hiperglucemia) dilatación de
las pupilas (midriasis), se altera el tono muscular (los músculos se tensan) y
la digestión se vuelve más lenta (bradipepsia). Las catecolaminas causan en la
mayoría de los casos, cambios fisiológicos que preparan al cuerpo para la
actividad física. De igual manera se libera el CORTISOL, que es una hormona secretada por la glándula suprarrenal y
provoca la elevación de la glucosa en la sangre para producir energía. Es por
lo anterior que existe la creencia de que un susto, disgusto o actividad estresante
puede causar diabetes. Sin embargo, las hiperglucemias transitorias o aisladas
no se pueden considerar como diabetes.
Después
del evento agudo, el cuerpo entra a una fase de resistencia para equilibrar y
reparar toda la descarga hormonal que recibió y lo que ésta condicionó, a fin
de estabilizarse. Como parte de este ajuste, las glándulas suprarrenales siguen
liberando grandes cantidades de cortisol.
Cuando
a alguien se le detecta diabetes después de un evento estresante, no significa
que se le haya presentado por esto, sino que ya tenía una diabetes no
diagnosticada que aún no producía malestares. La hiperglucemia que se genera
durante esta situación provoca que los síntomas sean evidentes.
Posterior
a la fase de resistencia durante el evento traumático, se inicia una fase
conocida como de agotamiento, en la cual el cuerpo consume sus reservas de
adaptación y provoca síntomas como dolor de cuerpo, agotamiento, presión
arterial alta, cefalea, bajas defensas (alteración del sistema inmunológico),
alteraciones en la piel, ansiedad y depresión entre otros. Esta etapa es
transitoria y se autolimita, es decir, las molestias desaparecen por sí mismas.
Pero, cuando la persona persiste con
estos síntomas, debe acudir al médico ya que puede necesitar medicamentos que
le ayuden a superarla.
El
conocer todo esto, permite al paciente o su familia, identificar síntomas que
indiquen la presencia de estrés postraumático, padecimiento que requiere
atención médica inmediata.
La persistencia del mismo sin atención, puede
derivar en enfermedades psiquiátricas que afecten a la persona en su
funcionalidad social, laboral y/o familiar. De aquí la importancia de no
considerarlo como algo que se pueda resolver sin atención médica.
Deja tu salud al cuidado de los profesionales.
Dr.
Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista
en Medicina Familiar
Cancún,
Q. Roo, México. Septiembre del 2019
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