Reza un dicho popular: La muerte está tan segura de su victoria que nos da toda la vida de ventaja. Y es que todos los seres vivos, tenemos como destino final la muerte.
La OMS define la muerte como la desaparición permanente de toda evidencia
de vida en cualquier momento después de acaecido el nacimiento. Luego entonces,
podemos concluir que hemos nacido para morir.
Les comparto algunos datos interesantes:
En promedio, las células de tu cuerpo son reemplazadas cada 7 a 10 años.
Pero no todas tienen los mismos ritmos vitales, es decir, algunas viven unas
pocas horas mientras que otras, varias décadas.
Las células cerebrales y las células de lentes oculares (ojos) viven toda
tu vida, por lo que no se regeneran. Los óvulos tienen una vida de 50 años. Las
células del músculo cardíaco hasta 40 años. Las células intestinales
(excluyendo el revestimiento) viven un poco más de 15 años al igual que las células
del músculo esquelético. Las células grasas tienen una vida de 8 años. Las células
madre hematopoyéticas (que forman la sangre en la médula espinal) viven 5 años.
Las células hepáticas del hígado viven entre 10 a 16 meses. Las células del
páncreas tienen una vida de 1 año. Los
neutrófilos que son parte de los glóbulos blancos (leucocitos) tienen una vida
promedio de 2 días a diferencia de los 120 días que duran vivos los glóbulos
rojos. Los osteocitos que son células del hueso, tienen una vida media de 25
años.
Como podemos observar, todos los días nuestro cuerpo sufre muertes en sus
diferentes componentes, así como también la formación de nuevas células,
procesos que pueden ser afectados por enfermedades.
Es por tal motivo que la muerte forma parte de nuestra vida y, aunque nadie
sabe el día ni la hora, la muerte nos acompaña en todo momento.
Es un evento inevitable al que estamos expuestos tarde que temprano. Por
tal motivo, debemos estar alertas y preparados para postergar este hecho
natural, a fin de que cuando llegue el momento, lo recibamos de la mejor
manera.
Para eso, necesitamos prevenir la aparición de enfermedades que aceleren el
suceso de muerte.
Esta prevención la debemos realizar con hábitos de vida saludable, como lo
son llevar una dieta balanceada y hacer ejercicio aeróbico, de tal manera que
estas prácticas nos permitan estar en un peso ideal. Aunado a ello, evitar el
uso de sustancias como alcohol, tabaco u otro tipo de drogas que deterioran
nuestro cuerpo.
Así mismo, debemos respetar el proceso natural de la reparación del cuerpo,
mismo que se produce por las noches, por lo que dormir es fundamental y se
trata de una necesidad fisiológica esencial para la salud.
Las personas que pasan mala noche y usan drogas o sustancias nocivas para
el cuerpo, tienen un tiempo de vida menor en relación a quienes no las usan.
De igual forma, la exposición a agentes tóxicos, cancerígenos o
contaminantes aceleran el proceso de muerte que vivimos día con día.
Sin embargo, saber que vamos a morir no significa rendirnos antes de dar la
batalla, ya que tenemos que pensar que tipo de muerte deseamos tener.
Cierto que el momento de nuestro deceso es impredecible, pero pensando en
una muerte como proceso final de vida, se debe llegar a ella con una calidad de
vida que nos permita autosuficiencia y autonomía.
Pongo como ejemplo la diabetes, una enfermedad crónico-degenerativa que,
por historia natural de la enfermedad, avanza dañando diferentes órganos del
cuerpo hasta un proceso de degeneración en el cual dejan de funcionar. Es así
como se presentan la ceguera, los problemas cardiacos y renales, la mala
circulación, la afección del sistema neurológico y otras afecciones que
condicionan que el enfermo fallezca después de sufrir dolorosas e
incapacitantes molestias.
Cuando las complicaciones de las enfermedades crónico-degenerativas se
presentan no solo afectan la salud, sino también la economía de las personas,
pues incluso las que tienen el beneficio de la seguridad social que provee el
gobierno, deben hacer gastos extras, muchas veces excesivos.
Algunas veces, enfermarse es inevitable a pesar de los cuidados y medidas
preventiva que se realicen en el día a día, pero es precisamente el estar
acostumbrados a estos cuidados los que permiten a los pacientes un apego a los
cuidados no farmacológicos, que en consecuencia permiten postergar las
complicaciones propias de la enfermedad.
El saber que vamos a morir en algún momento no nos debe permitir pensar que
de nada sirve cuidarnos pues al final todos tendremos el mismo final, puesto
que, al morir, también afectamos de manera directa o indirecta a las personas
que forman parte de nuestro grupo familiar, situación que se torna más delicada
cuando dependen económicamente de nosotros.
Así que, nadie está exento del destino final que está escrito desde el
momento de nacer. La diferencia estriba en que esa vida de ventaja que la
muerte nos da, cada quien la aprovecha de la mejor manera que considere, aunque
a veces no sea la más correcta.
Disfruta la vida, vívela intensamente, cuida de tu salud, protege a los
tuyos, para que al final de tu destino, tengas la satisfacción de haber llegado
al final con la satisfacción de haber sido un gran guerrero.
Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar
Cancún, Quintana Roo, México a 01 de Noviembre del
2023
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