Hace
unos días, tuve la oportunidad de atender a una adolescente de 13 años de edad,
la cual me llevó su papá al consultorio porque tenía pérdida del cabello
importante desde hace más de 3 meses. Previamente había consultado con 2
médicos los cuales le habían recetado cremas para hongos de forma infructuosa.
Al
revisar a mi paciente, encontré en la parte posterior de su cabeza, 2 áreas
confluentes de forma circular, cada una con aproximadamente 5 centímetros de
diámetro y pérdida total del cabello, con la piel cabelluda completamente lisa.
El
diagnóstico era evidente a simple vista: ALOPECIA AREATA. Sin embargo, me llamó
la atención el hecho que la paciente contestará mis preguntas con monosílabos y
en tono bajo de voz. De igual forma, pude observar que presentaba datos de
ONICOFAGIA (comerse las uñas) lo que me llevo a cuestionarla de la siguiente
manera: ¿todo está bien en la escuela? Ella respondió que sí. También le
pregunté si tenía algún problema y me dijo que no. No conforme le pregunté ¿Tus
papás se pelean continuamente? ¿Hay violencia en tu hogar? ¿Alguno de tus
padres ingiere alcohol de forma frecuente? Irrumpió en llanto y contestó
afirmativamente. Al darme cuenta de lo que sucedía seguí interrogando a la
paciente y encontré a que tenía una depresión severa, incluso con ideación
suicida (el paciente siente deseos de morir o ha pensado quitarse la vida).
Desde su asiento, el papá al escuchar esto, abría los ojos desmesuradamente y
en silencio empezó a llorar. Lamentablemente, una situación muy triste que cada
vez es más frecuente.
En
muchas ocasiones, nuestro modo de actuar, tiene efectos negativos e importantes
en las personas que nos rodea y les causamos un daño a veces irreparable sin
percatarnos de ello.
El
pensar que nuestros hijos son demasiado pequeños para percibir las diferencias
que existen entre los esposos, de la violencia familiar, de las discusiones, es
un error frecuente en el cual los padres caemos y que convierten a nuestros hijos,
inicialmente en víctimas de nosotros y después en víctimas de ellos mismos.
¿Por
qué digo esto? Les explico: Un niño que está sometido a estrés constante, producto
de factores como alcoholismo, drogadicción, violencia intrafamiliar, se va forjando un carácter inseguro con
autoestima baja, una vida falta de valores, que al ir creciendo y ser
adolescentes, lo convierten en un joven rencoroso, con odio, frustrado e
infeliz que se vuelve presa fácil de la delincuencia, uniéndose a pandillas o a
otros jóvenes con quienes se identifica al tener la misma problemática. De ahí
se pueden derivar una serie problemas escolares como: bajas calificaciones,
reportes por mala conducta, tabaquismo, ingesta de alcohol, uso de drogas,
embarazo en adolescentes, delincuencia en escala ascendente e incluso la
cárcel.
¿Suena
dramático? ¡Es dramático! Por orden natural de las cosas, sabemos que el árbol
de naranjas da naranjas y no limones. De tal forma es de esperarse que si el
niño está inmerso en toda esta problemática en su núcleo familiar, tenga un
alto grado de riesgo de convertirse en un individuo nocivo para la sociedad e
incluso para sí mismo.
Y no
sólo el entorno social es importante. Muchas enfermedades como la descrita
inicialmente tienen su origen en una dinámica familiar dañina para el sano
desarrollo del adolescente, la cual le ocasiona alteraciones en su estado de
salud física, sin observa la causa real de su origen, y aunque vinculamos
factores de riesgo ambientales y sociales a su aparición, no podemos asegurar
que sean la fuente principal de las mismas. Dichas patologías se conocen como
ENFERMEDADES IDIOPATICAS y se definen como una enfermedad de causa desconocida.
Entonces
¿Cómo podemos afrontar esta situación? ¿De qué se trata? ¿De ocultar a nuestros
hijos los problemas de pareja o hacer como que no pasa nada en una paz barata
que a la larga va estallar como una olla de presión? No, no se trata de eso. Se
trata de no hacer partícipes a los hijos de los problemas de los padres y
resolverlos como adultos. Sin involucrarlos, sin convertirlos en abogados de
alguna de las partes o como escudo para prevenir consecuencias.
En
la actualidad, nuestra sociedad adolece una severa falta de valores y
principios que se traduce en violencia, delincuencia, inseguridad, divorcios,
incremento en el índice de adicciones, embarazos en adolescentes. Como
consecuencia, la familia, célula principal de la sociedad, queda subestimada
como algo desechable y de escaso valor.
Poco
a poco, sin darnos cuenta, creyendo que la modernidad justifica los cambios
radicales en los que estamos inmersos, la institución de la familia se ha
contaminado por la falsa creencia de que lo moderno es lo mejor ante nuestras
tradiciones buenas costumbres sean vulneradas. Está idea que en ocasiones puede
resultar tan negativa, se infiltra en una familia como la humedad que de forma
silente se va apoderando de las alfombras hasta llegar a un estado de
putrefacción.
Para
identificar un problema es necesario conocerlo, pues los ojos no ven lo que el
cerebro no conoce. Por lo tanto, te propongo identificar cuál es tu dinámica
familiar. Para ello observa el comportamiento de tus hijos, conoce sus
compañías, analiza la relación con tu pareja, pregunta a los que te rodean e
incluso a ti mismo cuáles son sus temores, errores y aciertos. Una vez que
tengas claro este panorama, encuentra las áreas de oportunidad que a tu alcance
tienes para solucionar los problemas identificados.
Algunos
autores y doctos en estos temas recomiendan contar la historia de tu vida y de la
relación con tu pareja a los hijos, platicar de las travesuras de la infancia,
de sus logros, aciertos, temores. Volverse amigos para crear un ambiente
familiar propicio a la confianza. Elimina tus excesos. Mejora tu salud
cambiando tus hábitos alimenticios y de ejercicio, pero involucrando a los
demás miembros de la familia.
Si
eres hijo, comenta este artículo con tus padres y hermanos. Si aún no los tienes, ten en cuenta este texto para
cuando llegue el momento y si tus hijos ya han crecido o nunca los tuviste, comparte esto con tus
seres queridos.
Parece
increíble, pero desconocer este tipo de situaciones en el desarrollo familiar,
puede conducir a situaciones difíciles como es el suicidio. Un adolescente con
ideación suicida, tiene un alto riesgo de quitarse la vida en relación a un
adulto con esta misma problemática. El adulto lo intenta más veces hasta
conseguirlo. El adolescente es letal y certero en su intento.
Recuerda
que para que una sociedad sea sana, se necesitan familias sanas en sus esferas
biológica, psicológica y social, lo cual inicia en los valores y principios que
se inculcan en ellas.
Es
posible tener una vida buena, sólo es cuestión de afrontar con entereza y valor
la adversidad.
En
resumen, lo quiero transmitirte es que la dinámica familiar alterada o pertenecer
a una familia disfuncional pueden ser el
origen de las enfermedades idiopáticas en cualquiera de sus miembros.
Dr.
Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista
en Medicina Familiar
Cancún,
Quintana Roo, México. Noviembre del 2015
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