Uno
de los grandes problemas a los que nos enfrentamos los médicos es el desapego
de los pacientes a los tratamientos indicados.
Para
que un medicamento funcione, el paciente lo debe tomar en la cantidad, horario
y tiempo indicados. Sin embargo es muy común que el paciente suspenda el
tratamiento al momento de sentirse bien, lo que puede condicionar una recaída
de su enfermedad o una complicación si la enfermedad no fue erradicada del
cuerpo.
De
igual manera, existe en la actualidad la posibilidad de cambiar el medicamento
de patente por uno genérico intercambiable (siempre y cuando el médico lo haya
autorizado en su receta), pero algunos establecimientos farmacéuticos, cambian
el medicamento original por otra sal, argumentando que es lo mismo y
aprovechando el desconocimiento del paciente, situación que es sumamente grave.
Pongamos
como ejemplo a un paciente que por infección de la vía urinaria le han recetado
un medicamento de patente que contiene norfloxacina, pero el farmacéutico al no
tener ese medicamento genérico, le vende al paciente eritromicina, argumentando
que es y sirve para lo mismo, situación completamente falsa. Y me atrevo hacer
estas aseveraciones porque las he observado con más frecuencia en últimas
fechas durante mi práctica profesional.
No
porque una medicina rime en su nombre significa que sirva para lo mismo o que
sea de la misma familia.
Es
importante como médicos, especificar al paciente qué medicamento comprar, y en
caso de que se le proponga un cambio por las farmacias, debe existir una
comunicación entre el paciente y el médico que permita dar asesoría.
También,
existe una mala costumbre de automedicación. Esta práctica, dificulta el actuar
del médico, pues el paciente primero ya se automedica y cuando ya no puede más
acude al médico, en algunas ocasiones complicado o con gravedad. Por ejemplo,
un dolor abdominal (cólico) es algo muy común que no necesariamente tiene que
ser visto por un médico y que los pacientes tratan con remedios caseros o
medicamentos de libre venta para dolor. Algunos otros pacientes, de forma temeraria,
consumen antibióticos (aunque en teoría no se pueden comprar sin receta) si el
dolor persiste y se acompaña de otros síntomas como la fiebre o nauseas, hasta
que ya no aguantan más y acuden al médico, pudiéndose tratar de una Apendicitis
que ya se complicó por el tiempo de evolución o alguna otra enfermedad de las
que comprenden los síndromes dolosos abdominales. ¿Ven que no es tan sencillo
automedicarse?
Los
buscadores de internet, son un arma de doble filo, pues los pacientes juegan a
ser médicos y al buscar sus síntomas, aparecen muchas enfermedades e incluso cómo
tratarlas, por lo que se automedican. Pero en realidad no hay una valoración
médica que sustente dicho diagnóstico.
El
internet es una herramienta muy valiosa para conocer más de los males que
aquejan la salud de las personas, su origen, evolución y complicaciones. Este conocimiento
sirve como cultura general que nos permita hacer conciencia sobre la
importancia de recibir oportunamente atención médica.
Por
tal motivo, las consultas por vía telefónica, redes sociales o a distancia, no
son correctas ni éticas, pues se debe revisar al paciente siempre. Una simple
tos puede ser una neumonía, un dolor de cabeza derivar en una crisis hipertensivas, un dolor tipo
gastritis puede tratarse de un infarto. Lo sencillo puede ser complicado y lo
que aparente ser complicado, en muchas ocasiones es sencillo y fácil de tratar
si se maneja de forma expedita y acertada.
Por
todo lo anterior, recomiendo a mis pacientes que no jueguen al doctor. Han sido
7 años de carrera universitaria, 3 a 5 años de postgrado y muchas horas, días,
meses y años de capacitación médica continua para poder emitir diagnósticos. Si
después de toda esta preparación académica aún cabe la posibilidad de algún
error, ¿no es lógico que un paciente se equivoque al emitir un tratamiento o
automedicarse?
Como
mencioné al principio, los medicamentos se deben utilizar como se indican por
el médico. Algunas veces antes de los alimentos, otras veces después de los
alimentos, sin alimentos, sin uso de alcohol, sin combinar con otros
medicamentos, sin el consumo de ciertos alimentos. Las indicaciones para
administrarse los medicamentos tienen un por qué, una razón justificada para
hacerlo de tal o cual manera. No son capricho del médico y buscan la
efectividad del tratamiento en beneficio de la salud del paciente.
A
nivel institucional cunado los pacientes
tienen citas que sobrepasan el mes y el
medicamento que les surten no es suficiente para su siguiente consulta, deciden
racionalizar sus medicamentos para que les alcance hasta que regresen con su
médico. Con esta intención disminuyen la
cantidad que deben ingerir por dosis o bien alteran las dosis indicadas para
cada día. Desafortunadamente, esta práctica errónea sólo favorece que no se
logren las metas terapéuticas deseadas y
se descontrole de nuevo su estado de salud. Si la medicina no alcanza para la próxima
consulta, el paciente debe buscar estrategias junto con su médico tratante para
no quedarse sin medicamento, pero de ninguna forma se deben modificar horarios
o dosis. Esto es incorrecto y peor aún, peligroso, pues si el paciente omite mencionar esta situación
al médico por temor a ser reprendido o porque se le olvide decirlo, el médico puede deducir que la medicación no
ha funcionado y decide aumentar la dosis o agregar otros medicamentos al
tratamiento. Sin embargo, indicar al paciente que utilice muchas medicinas
(polifarmacia) no es lo más adecuado
para la salud.
Otra
práctica que se presenta respecto al uso
de medicamentos, sobre todo en los pacientes con enfermedades crónico-degenerativas
como la diabetes o la hipertensión arterial, es que entre familiares o amigos
se empiezan a pasar medicamentos, desajustando su dosis o dotación mensual.
Peor aun cuando se cambian de medicamentos porque el abuelo o la mamá toman una
medicina diferente para la misma enfermedad. Ejemplo, el abuelito es
hipertenso, el padre hipertenso y el hijo también. El abuelo toma captopril, el
papá metoprolol y el hijo losartan. Pero cuando hace falta la medicación,
empiezan a tomar entre ellos lo que haya con la premisa de que sirve para lo
mismo.
Esto
no es correcto, pues los médicos, para otorgar un plan terapéutico, tienen que
evaluar la edad, el género, las comorbilidades (enfermedades asociadas), las
complicaciones, las contraindicaciones y otros puntos a fin de recetar el mejor
plan terapéutico para cada paciente, pues ni la dosis ni los mismos
medicamentos tienen el mismo resultado para todas las personas. De ahí lo peligroso
que puede ser no respetar las prescripciones del médico.
En
síntesis, hay que dejar en manos de los profesionales el cuidado de nuestra salud
y hacer lo que los médicos indican para conseguir los resultados deseados.
Dr.
Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista
en Medicina Familiar
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