Ningún niño se acuesta a dormir siendo una criatura
inocente y se despierta delincuente. Los padres que sin límites consienten, alimentan
serpientes. Al escuchar tales afirmaciones en voz de alguien que con acierto
habló, no pude evitar analizar mi proceder como padre en la educación de
nuestros hijos ante dichas verdades.
En
muchas ocasiones he escuchado a papás quejándose de que los hijos le salieron
malos y que se portan mal; que a pesar de las reprimendas, castigos e incluso
violencia física, los hijos continúan con su
mala conducta.
¿Será
que los niños desde que nacen ya tienen predestinado la forma en la cual se
comportarán? Definitivamente, cada niño nace con una personalidad
característica que conforme a los principios y valores que se van inculcando en
el seno familiar va forjando un carácter que los conducirá por la vida.
Los
niños aprenden de forma directa e indirecta. Los hábitos, usos y costumbres se inculcan durante la infancia como semilla en terreno fértil que
a la larga determinará la forma de comportarse en la sociedad.
Los
papás a veces tenemos conductas que no consideramos puedan ser perjudiciales en
la formación de nuestros hijos. Un ejemplo usual se presenta al llevar a los
niños a la escuela: si se ha hecho tarde, nuestra prioridad es llegar a tiempo
y no nos importa si no respetamos los límites de velocidad, rebasamos por la
izquierda, pasamos altos o cualquier otra imprudencia al conducir el automóvil
que incluso pueden poner en peligro la
vida de nuestros pasajeros y los que están a nuestro alrededor. Cuando se logra el objetivo experimentamos una
sensación de júbilo y satisfacción. Pero no pensamos en el mensaje implícito
que le transmitimos a los niños con nuestra conducta al llevarlos a la escuela,
el cual puede traducirse como que violar las leyes de tránsito, ser descortés
para conducir, poner en peligro a los demás, pasa a segundo término cuando lo más importante es llegar a tiempo a la
escuela no importando a costa de qué. Esto
se llama retroalimentación negativa. Como ejemplo, en más de una ocasión, al ir
por mis hijos a la escuela, con tristeza veo como se hacen dobles filas para
avanzar, algunos metiéndose de una fila a otra de forma poco amable e incluso
contestando groserías cuando se les reclama su actitud, sin darse cuenta que
están enseñando a sus hijos esa cultura vial y de falta de respeto hacia los
demás de una forma tácita, pero mucho más impactante que miles de palabras
juntas. Efectivamente, enseñamos con el ejemplo, si como adultos nos conducimos
de forma violenta, poco tolerante, irrespetuosa, prepotente, es indudable que
los niños que nos observan adquirirán ese tipo de actitudes que los volverán
adultos con los mismos comportamientos. Luego no nos quejemos de que los hijos nos salen
malos.
Los
niños y adolescentes adquieren conocimientos a un ritmo acelerado pues tienen una necesidad de aprender más y
más para tener una identidad propia.
Están expuestos a toda clase de información a través del internet por lo que es
de vital importancia vigilar lo que están aprendiendo y de quién lo están
adquiriendo, pues no todo lo que se publica en el ciberespacio es benéfico. Se
necesita vivir para formar un criterio y poder discernir entre lo bueno y lo
malo, y en muchas ocasiones, a pesar de que ya tenemos cierta experiencia en la
vida, cometemos errores por falta de criterio y podemos ser fácilmente
manipulables o influenciables.
Los niños
y jóvenes observan, aprenden y adquieren formas de vivir de otras personas que
posteriormente hacen propias. Ningún niño nace predestinado a ser de tal o cual
forma. Al momento de su nacimiento, son como pequeñas masas de plastilina, sin
forma, sin olor, sin color. Es en manos de los padres que se van moldeando esas
plastilinas que forman parte del carácter de los niños. Es así como los podemos
volver temerosos, independientes, aventados, incrédulos, irreverentes, pero
también respetuosos de la vida y de los demás seres humanos, respetuosos de la
ley y de las reglas de urbanidad y socialización. Todo va a depender de cómo
nosotros les inculquemos valores y principios.
También
existen víctimas de los errores de los adultos. Por ejemplo, los hogares con
violencia familiar formarán niños que al paso del tiempo se convertirán en
adultos violentos. Los hijos que crecen en hogares marcados por el divorcio,
tienen un gran riesgo de ser adultos que se divorcien cuando llegue el momento.
En los hogares en donde existen adicciones como ingesta de alcohol en exceso,
drogas permitidas o no permitidas, crecen niños con un gran riesgo de padecer
las mismas adicciones con las que convivieron.
En
muchas familias, las condiciones de vida actual orillan a ambos papás a
trabajar y dejar mucho tiempo solos a los hijos, condicionando que crezcan sin
vigilancia de lo que ven en internet, en la televisión o de las compañías con
las que conviven durante su ausencia. A veces es necesario valorar si
efectivamente vale la pena que los dos
trabajen para tener una mejor solvencia económica. Desafortunadamente el tener
más dinero no garantiza tener armonía familiar. Por mi trabajo he tenido la
oportunidad de conocer gente con alto poder adquisitivo, pero que son un caos como familia. También he
sido testigo de cómo familias con un nivel socioeconómico precario, se prodigan
cuidados, atenciones, respeto y apoyo.
Lo que confirma mi teoría de que para ser feliz no necesariamente se
debe tener una gran suma de dinero en las cuentas bancarias.
Es
importante también que los niños aprendan a dar el justo valor a las cosas.
Muchas veces sucede que como padres queremos en nuestros hijos cumplir las carencias que como niños tuvimos
y los llenamos de comodidades (que la mayoría de las veces no piden), a las
cuales se acostumbran pero sin el más mínimo esfuerzo. Cuando los niños deben
aprender desde pequeños que para obtener bienes se requiere esfuerzo y trabajo,
que los bienes son para disfrutarlos, cuidarlos y hacer uso adecuado de ellos. Un
dicho muy común y totalmente cierto que decía mi abuelito es que: lo que fácil
viene, fácil se va. Otra forma de crear conciencia en los niños es asignarles responsabilidades
en el hogar (aunque no sean necesarias) como
mantener limpia la casa o su habitación, guardar su ropa limpia, separar
la ropa sucia, lavar trastes, limpiar zapatos, colaborar en general en las
actividades del hogar e involucrarlos en su cuidado. Es importante también, establecer reglas y cumplirlas por todos los
integrantes de la familia, como horarios
de entrada a casa, horarios de comida, reportarse frecuentemente cuando estén
fuera de casa, mantenernos informados con quien salen, conocer a las personas
con quien conviven e incluso a sus familias.
Hagamos
un ejercicio rápido: Recuerda el nombre de cinco de los amigos de tus hijos ¿No
los recuerdas o peor aún no los sabes? Pues este es un buen momento de
interesarte por eso. En más de una ocasión he visto chicos que de niños eran
excelentes hijos y cuando llegan a la adolescencia son víctimas de
drogadicción, bajo rendimiento escolar a incluso problemas con la ley. Cuando
se les cuestiona del porqué de su comportamiento la respuesta es A MI PAPÁ
(MAMÁ) NO LE INTERESO, es una forma de llamar la atención. Este reclamo es común y lo más grave del caso
es que no es del todo cierto pues el papá o mamá se dedicó a trabajar para el
hijo, pero olvidó compartir con él. Aunque suceden casos también en los cuales
los papás no solo se olvidan de cuidarlos y educarlos, sino que también olvidan
dar ejemplos de vida. ¿Con que calidad moral exiges a tu hijo que se porte bien
si tú mismo no eres ordenado en tu vida? Es muy difícil, no existen los padres
perfectos, pero tampoco existen los hijos perfectos. La perfección se logra
creciendo día con día, practicando nuestros valores y principios, aprendiendo
de nuestros errores y reinventándonos.
Si
queremos una sociedad mejor, empecemos en casa. Los buenos valores nunca
pasaran de moda, la felicidad es posible sólo cuando se logra un equilibrio
emocional y una estabilidad familiar.
Nuestra
responsabilidad como padres es hacer de nuestros hijos personas felices, plenos
y respetuosos de la vida y de los demás.
Dr.
Carlos Primitivo Baquedano Villegas
Médico
Familiar
Cancún,
Quintana Roo, México. Agosto del 2015
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