lunes, 3 de junio de 2019

LA MEJOR MEDICINA

En más de una ocasión mis pacientes me han preguntado cuál es la mejor medicina para recuperar su salud.

Esta pregunta me hace recordar lo que algunos papás dicen cuando llevan a sus hijos a consulta,  ¡recétele inyecciones doctor, esas son mejores!, bajo el argumento de que así sanarán más rápido. Es fácil pedir inyecciones, sobre todo cuando no son para uno mismo.
Algunas veces, los pacientes piensan que mientras más dolorosa sea la medicina, más efectiva será, o que al ser más costosa o la que más recientemente se ha descubierto, es la mejor.

Pues lamento desilusionarles apreciados lectores. La mejor medicina no es aquella que tenga alguna de las características arriba descritas. Como profesionista de la salud, sin duda puedo afirmar que el mejor medicamento es aquel que se receta después de un buen diagnóstico y que de acuerdo a sus propiedades y características, surtirá un efecto positivo en la salud del paciente, pero además es imprescindible  que se tome como el médico indica, en tiempo y forma,  junto con las medidas no farmacológicas (cuidados) que se requieran. Es así como un medicamento será el mejor para dicho diagnóstico. Y los resultados se verán reflejados en un lapso razonable.

Una situación que con frecuencia experimento al respecto, sucede cuando mis pacientes diabéticos llegan a consulta para su control y en sus resultados de los análisis clínicos aparecen altos niveles de glucosa, habiéndoles indicado en su consulta anterior, el tratamiento a seguir con todas las combinaciones posibles en sus dosis máximas. Entonces, mi pregunta inmediata es,  ¿tomas las medicinas en las dosis y horarios que te he recetado además de cuidar tus hábitos alimenticios acompañados de ejercicio? Cuando me dicen que toman sus medicamentos como les indiqué,  pero no cuidan su alimentación, les contesto que aunque usaran insulina, si no cuidan lo que comen y no hacen ejercicio, el descontrol será inminente. Ante tales circunstancias, obviamente no habrá mejor medicina.

Y es que los medicamentos tienen  indicaciones específicas en su presentación comercial. Sin embargo,  deben  ser prescritos  por el  médico que valora al paciente para que de acuerdo a su diagnóstico, elija el medicamento indicado.

Un  ejemplo de ello es el ambroxol cuya característica es su efecto mucolítico, el cual consiste en volver más líquidas las flemas con el objetivo de expulsarlas mediante la tos, para de esa manera desaparecerlas. Así es la forma de actuar de este medicamento, que los médicos sabemos a diferencia de las demás personas que lo ignoran. Sucede  en muchas ocasiones, que  los pacientes al automedicarse lo usan indiscriminadamente para cualquier tipo de tos. Por consiguiente, al utilizarlo para  tos seca, el medicamento produce más tos en vez de eliminarla. Esto ocurre por su efecto mucolítico.

De igual manera, el tomar medicamentos juntos puede ser inadecuado, como por ejemplo tomar antibióticos junto con medicamentos para gastritis, puede condicionar que el antibiótico no se absorba adecuadamente y en consecuencia no produzca el efecto deseado.

Un error que cometen los pacientes que padecen hipertensión, es tomar sus medicamentos de acuerdo  a  la presencia o ausencia de los malestares propios del padecimiento. Si se sienten mal, toman la medicina, si se sienten bien, no la toman. Sin embargo, la hipertensión arterial se caracteriza por ser asintomática en la mayoría de las personas. Un paciente puede tener elevada la presión arterial y no sentir alguna molestia, por lo que no considera necesario   tomar el medicamento, lo cual  puede es un grave error, que  incluso puede tener un  desenlace fatal.

Cuando se recetan antibióticos, habitualmente se indica la duración del uso del antibiótico, pero cuando a los pacientes no les gusta tomar medicamentos, a la más mínima mejoría, lo suspenden sin completar el tiempo del tratamiento. Dicha decisión  es una gran equivocación puesto que puede existir una recaída en la enfermedad o generarse una resistencia al medicamento. De ahí la importancia de respetar y cumplir la prescripción médica y tomar los medicamentos durante el tiempo que el médico indique.

También debemos tomar en cuenta  que los médicos no son adivinos y  aunque es obligación del doctor preguntar si existe algún tipo de alergia, el paciente  debe estar al pendiente de informarle acerca de  la alergia que tenga o las reacciones que haya presentado con algún medicamento. De igual manera, se debe comentar si se padece alguna enfermedad o está ingiriendo algún otro medicamento, a fin de que el médico tenga presente las interacciones medicamentosas del producto que prescribe.

Se llaman interacciones medicamentosas a las reacciones que existen entre dos sustancias (que no necesariamente tienen que ser médicas) y que pueden contraponer, potenciar, minimizar o volver peligroso su efecto. Por ejemplo, cuando se usa metronidazol, no se debe consumir alcohol ya que puede causar náuseas, vómitos, cólicos abdominales o alteraciones vasomotoras. También, medicamentos como el Disulfiram utilizado para dejar el alcoholismo, al entrar en combinación con el metronidazol, pueden causar reacciones psicóticas.

Otro factor relevante a considerar es la edad de los pacientes para poder recetar medicamentos pertinentes o más adecuados. Las quinolonas como son por ejemplo el ciprofloxacino, son antibióticos que no pueden usarse en niños o adolescentes, ya que existe el riesgo de causar una ruptura del tendón de Aquiles. Caso similar como el de las cortisonas que pueden condicionar retraso en el crecimiento óseo de los niños, cataratas, aumento de peso, bajas defensas, presión alta o incluso osteoporosis, así como también su uso indiscriminado puede causar hiperglucemia o un síndrome de Cushing.

Así mismo, los pacientes que tienen algún daño renal reciben una dosificación diferente de los medicamentos en relación a los pacientes que tienen una función renal normal. Situación similar sucede con pacientes que tienen alguna alteración hepática, ya que no pueden tomar cualquier tipo de medicamentos.

Una cuestión sumamente relevante al momento de necesitar un servicio médico es saber discernir con quién consultar. Si el enfermo está en condiciones de tomar la decisión de a quién acudir, es lo ideal, que él esté convencido y de acuerdo en acudir a dicho médico u hospital, pues es el principal responsable del cuidado de su salud. De lo contrario, corresponde al familiar o familiares más inmediatos tomar esa decisión, misma que debe hacerse a conciencia según las necesidades del paciente y el conocimiento certero del médico. No perder de vista que existen  charlatanes que en vez de ayudar,  pueden dañar más su salud. Por ello es recomendable que ante cualquier duda, por insignificativa que parezca, verificar que  la cédula profesional  del  médico sea real y que corresponda a la especialidad con la que se anuncia. Desconfíe del médico que no le ofrece un diagnóstico claro y que sólo tiene sospechas de lo que puede ser lo que padece, por lo que receta varios medicamentos para ver si alguno hace efecto. De hecho, pregúntele para qué sirve cada uno de los medicamentos que indica y qué efectos adversos puede presentar. Es un derecho como paciente, recibir información veraz, clara y precisa. El paciente y su acompañante deben salir de la consulta satisfechos de la atención recibida, sin dudas y comprometidos a seguir las indicaciones del médico.

En síntesis, cuando los medicamentos son prescritos de forma correcta y son usados adecuadamente,  junto con las medidas no farmacológicas recomendadas, recuperar la salud tiene un alto porcentaje de éxito, puesto que en medicina no se puede asegurar nada, puesto que influyen muchos factores circunstanciales en la evolución de una enfermedad. Sin embargo,  la misión de los médicos es recuperar la salud de sus pacientes, bajo la premisa de PRIMUM NON NOCERE: Primero no dañar y a esto agregaría, evitar la  automedicación.

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Q. Roo, México. Junio del 2019





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