domingo, 1 de enero de 2017

EL DÍA DE MAÑANA

Muchas veces he escuchado la frase ¡Mañana lo hago! y de ahí viene una pregunta obligada ¿Tienes seguro el mañana? ¡Por supuesto que no! Cierto es que lo único que tenemos seguro al momento de nacer es la muerte, pero nadie sabe el día ni la hora.

Me platicaba  una paciente de la séptima década de vida, que se sentía muy triste porque la conducta de sus hijos era diferente a lo que ella esperaba. Le pregunté ¿Quién los educó cuando eran niños? ¿Quién curó sus heridas? Me respondió que ella sola, pues su esposo los abandonó a pesar de la temprana edad de sus hijos, por lo que ella se encargó de darles sostén, comida, vestido y educación, de una forma precaria pero suficiente. Ante su respuesta, le cuestioné que si crio a sus  niños con tal esmero, por qué sufre ahora por sus conductas de adulto. Siendo ella mamá y papá a la vez, tuvo la responsabilidad de darles las herramientas necesarias para construir su futuro. Sin embargo, cada quién utilizará esas enseñanzas de acuerdo a su condición de vida y a su criterio. Por ejemplo, un martillo fue diseñado para clavar clavos, aunque también puede ser utilizado para aplanar un objeto metálico o romper una pared. Lo  cierto es que si no se utiliza como es debido  puede causar el aplastarte un dedo durante su uso y seguro  que el dolor que cause la herida logrará que se actúe con  más cautela  cuando se utilice  de nuevo  esta herramienta.  Con esta analogía quise decirle que lo mismo sucede con los hijos y que no valía la pena que  sufra por lo que hacen sus hijos de adultos;  más bien, piense que no hay un mañana seguro y dígales cuánto lo ama, cuánto disfrutó verles crecer y por qué no, dígales también que su conducta le hace sufrir si es que usted no está de acuerdo con su proceder. 

De nada sirve demostrar con lágrimas sobre un ataúd el amor que se siente por la persona que ha fallecido, como diría mi difunto padre: En vida hermano, en vida.

Sucede en ocasiones, que por las mañanas, ante las prisas de la rutina diaria, existen fricciones y desavenencias que condicionan salir enojados de nuestro hogar. Esto no debe ser así, pues no se sabe si al salir por la mañana de casa, se pueda regresar. La muerte  acecha en  cualquier momento ¿Te imaginas que triste debe ser que el último recuerdo que tengas de un ser amado sea un disgusto o un discusión?

Platicaba con un paciente que tuvo la confianza de contarme que se sentía triste pues no encontraba sentido a su vida. Se casó muy joven y seguía casado con la misma mujer. Su relación era poco afectiva y sus diálogos diarios eran sobre los pendientes de la casa, los apuros económicos y los hijos. Después de esto, él se sentaba a ver televisión solo, mientras  su esposa se dedicaba a terminar las labores domésticas y luego a platicar con su mamá ya que vivían en casa de sus suegros. Esta rutina era algo de casi todos los días.

Al contarme esto y percibir en él tristeza y hastío, le respondí si alguna vez le había expresado a sus esposa cómo se sentía y mejor aún, si alguna vez le había preguntado a su esposa cómo ella se sentía. El convivir juntos sin dialogar en sentimientos, pensando que el otro sabe cuánto lo quiero por lo que no es necesario decirlo con palabras, es una situación común de las parejas. El error está en dar por hecho lo que el otro siente. Aquí ajusta muy bien la expresión común y errónea de: Ella (él) sabe que la(o) quiero así que no es necesario que se lo diga. 

Lo mismo sucede con los hijos, la vida corre tan aprisa y estamos encismados en el diario quehacer que no nos damos cuenta lo rápido que crecen y cuando queremos acercarnos a platicar con ellos o disfrutar de su compañía, ya es demasiado tarde. Ellos rechazan a los adultos o simple y sencillamente ya no tienen tiempo para interactuar con sus padres. 

Es durante la niñez cuando los hijos aprenden a dialogar y a tener confianza en sus padres. Ya de adolescentes o adultos jóvenes, es más difícil el acercamiento con los adultos de su familia.

¿En alguna ocasión alguien te ha reconocido por un servicio de ti recibido?  Probablemente sí,  pero te puedo asegurar que te sobran dedos de las manos comparado con el número de ocasiones. Ahora te pregunto ¿Alguna vez le has reconocido a alguien de una forma espontánea tu agradecimiento o admiración por el servicio recibido? Es más factible que te hayas quejado por no estar conforme. Esta conducta no ayuda a reconocer el esfuerzo de los demás. No esperes hasta mañana.

Con todo lo anterior te quiero decir que no esperes para mañana para expresar amor, perdón, reconocimiento, alegría, orgullo, pues el día de mañana no es seguro pero el hoy sí.

Feliz inicio de año, mis mejores deseos para ti y tu familia.

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Q. Roo, México. Enero del 2017



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