sábado, 2 de julio de 2016

¡ESTOY ABURRIDO!

Cuando las vacaciones se acercan, los niños se frotan las manos y los papás se comen las uñas.

Tener casi 45 días a un niño de vacaciones escolares en casa, es algo que en verdad puede trastornar la dinámica de vida de una familia.

Recuerdo que durante mi niñez podía pasar horas entretenido en juegos que hacía solo, ya que crecí en un rancho y no había niños de mi edad, por lo que creaba amigos imaginarios, inventaba historias y convertía los palos y piedras en los juguetes más sofisticados. Cuando tenía la suerte de que otros niños jugaran conmigo, la diversión era aún mayor. Sin embargo, al llegar las vacaciones mi panorama cambiaba radicalmente, pues siempre había visitas en la casa y otros niños con quienes jugar a la pelota, avión (o chácara como le dicen en Yucatán), a saltar la cuerda, béisbol, pesca-pesca, estatuas de marfil, busca-busca, timbomba (o quimbomba), andar en bici, entre muchos otros juegos en los que había actividad física casi siempre.

En la actualidad, los niños de la ciudad se han vuelto cautivos de sus casas, por diversidad de motivos: papás que trabajan (ambos), falta de alguno de los padres, ausencia de familiares cercanos, inseguridad, problemas en la economía. En consecuencia, este cautiverio conlleva a permanecer por largos períodos frente al televisor, o bien, al uso desmedido de la computadora, tabletas electrónicas, teléfono celular o videojuegos. Este tipo de actividades sedentarias causan en los niños severos daños en su salud, tales como sobrepeso,  obesidad, disminución de la agudeza visual, lesiones auditivas por utilizar audífonos durante mucho tiempo. También, otro aspecto de esta situación es que al quedarse en casa, muchas veces disponen de un espacio más reducido para sus juegos o actividades, lo cual propicia que tengan más riesgos de sufrir accidentes que pongan en peligro su integridad física, debido a que por naturaleza los niños son incansables, inagotables e inquietos.

Al iniciar las vacaciones, en el transcurso de la primera semana todo es algarabía y felicidad, los niños se duermen tarde y se levantan temprano (no todos), otros se despiertan hasta tarde. Sin embargo, después de algunos días con esta dinámica, los niños  empiezan a externar o dar muestras de sentirse aburridos.

Cuando escuchemos de los niños la frase: ¡estoy aburrido!, se deben encender focos de alarma en nuestro interior, pues casi siempre detrás de esta frase, va el pensamiento de una travesura en proceso.

Decía mi abuelita que la ociosidad es la madre de todos los vicios, así como también que la curiosidad mató al gato ¿Qué quiero decir con esto? Las estadísticas nos revelan que los accidentes en el hogar se incrementan hasta en un 15% cuando los niños están en vacaciones o días de asueto. Es por tal motivo que es necesarios que los niños permanezcan ocupados y bajo vigilancia de un adulto durante sus juegos, que aunque no garantiza que se eviten accidentes, si  pueden disminuir éstos de forma significativa en el hogar o durante los juegos.

¿Qué es lo que tenemos que hacer? 

Antes que nada identificar factores de riesgo para accidentes como por ejemplo, instalaciones eléctricas en mal estado o conexiones improvisadas, barandales o pasamanos de escaleras inestables o endebles, puntas afiladas de muebles, paredes o desniveles, juguetes dispersos por el piso, escaleras improvisadas o muebles que puedan servir para lo mismo, fugas de agua y gas, recipientes con sustancias peligrosas al alcance de los niños, objetos punzocortantes, armas de fuego, implementos de caza deportiva, fuego (encendedores, cerillos, velas, veladoras), cristales rotos, ventiladores sin protección, muebles en mal estado, objetos pequeños (los cuales se puedan introducir en boca o nariz), medicamentos, bebidas alcohólicas, joyería, avíos de costura y confección, bolsas de plástico (con las cuales se  pueden asfixiar), electrodomésticos y cualquier objeto o sustancia que represente un riesgo para producir accidentes.

El aburrimiento puede convertirse en una gran idea en la cocina, lavar el coche, bañar al perro, y en otras muchas cosas sencillas como caminar de las manos, y platicar. El  me aburro, es una forma de llamar la atención, ya que en realidad los niños no tienen razones convincentes para aburrirse de verdad.

Debemos enseñar a los hijos que con el aburrimiento también se aprende, y que hay un tiempo para todo incluso para no hacer nada. Además, que se puede transformar el aburrimiento en una carrera, jugar al aire libre con la arena de la playa, del parque, o también  disfrazarse para despertar la imaginación y creatividad. Claro que esto depende de la edad y debemos ajustarnos  a eso. Si son pubertos o adolescentes una noche  de refrescos y botanas acompañadas de chistes y contar historias de nuestra niñez o juventud pueden generar sonrisas, admiración y aumentar lazos de amor.

Cuenten su historia de vida, su niñez, travesuras, errores, triunfos, fracasos, victorias, logros, su vida sentimental, en como conocieron a su pareja, como se enamoraron y decidieron una vida en común. En cómo fue el embarazo de ellos, la alegría que significo su nacimiento, los sentimientos que se generaron en su corazón. Cuéntenles también en las travesuras de cuando eran chiquitos, su primera palabra, sus primeros pasos,  cuando los dejaron en escuela y muchas cosas que hayan realizado y que tal vez no recuerden. Podemos apoyar las charlas con fotos o videos. Revisar fotografías antiguas es una buena forma de crear identidad en los niños.

El aburrimiento en los niños es algo que podemos combatir sacándoles del uso en exceso de los aparatos electrónicos y dedicándoles en la medida posible tiempo de calidad. El crear recuerdos de convivencia familiar en nuestros hijos, será el mejor legado que podemos otorgarles, legado que algún día trasmitirán a otras generaciones que nos harán eternos en su amor.

Dr. Carlos Primitivo Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Quintana Roo, México. Julio del 2016

Visita mi página: www.cbaquedano.com.mx